Son cerca de las diez de la noche y estoy en casa de mi padre, que duerme.
Me quedo con el dos o tres noches a la semana, porque a veces se despierta desorientado y estamos todos más tranquilos si alguien duerme con él.
La bolsa de basura estaba rebosando, así que he bajado a tirarla.
Caminaba los cincuenta metros quizás que hay desde el portal a los contenedores, y me ha llamado la atención ver a un hombre en silla de ruedas. Me ha alarmado un poco, porque la cabeza caía ladeada sobre su pecho, como si estuviera inconsciente. Hace bastante frío, para el estándar de esta ciudad industrial junto al Mediterráneo.
Se me ha pasado por la cabeza que el inválido se haya desvanecido y necesite ayuda, y repaso alarmado mi checklist de actuación en un caso de emergencia: me he dejado el teléfono móvil en casa, compruebo mortificado. Tendré que volver, si mi temor es cierto… pero en ese momento el hombre se despierta, levanta la cabeza y empieza a moverse, con dificultad, pero aparentemente sano.
Aliviado, paso a su lado, llego al contenedor con ligereza y me libero de la otra carga que traía desde casa.
Un muchacho con aspecto magrebí pasa a mi lado, pisa algo metálico que resuena y se agacha a cogerlo. Se me pasa por la cabeza que haya peligro, que se trate de un asalto, ya que el muchacho se agacha a recoger lo que ha pisado. La estrategia es no pasar antes que él, aunque sea a costa de parecer desorientado en un momento tan simple como este, que ha de estar completamente interiorizado por el hábito. Me da igual; no quiero concederle ninguna ventaja. El caso es que se trataba de un picaporte, me lo enseña tímidamente antes de tirarlo al contenedor. Él sigue en otra dirección. Yo vuelvo sobre mis pasos, y vuelvo a ver al inválido.
Está otra vez parado. Apenas ha avanzado unos metros. Es un hombre deforme, grueso pero estrecho de hombros. Es como si su cuerpo se hubiera desplomado por su propio peso sobre la silla, sin una estructura interior capaz de mantener la forma humana, que se acumula como una montaña de tierra. Su cabeza tiene una frente huidiza, como la del abuelo de los Simpson. Me hace gracia el parecido, pero estoy llegando a su altura y dudo sobre si ofrecerle ayuda o pasar de largo.
Gana la primera opción. Me detengo a su lado y le pregunto: “¿Necesita ayuda?”. Con dificultad, me explica que no, que es que se queda dormido, que se ha dejado los guantes y le resbalan las manos en los fríos aros de las ruedas. Además, vive en la portería de al lado. “Si quiere, le puedo acercar a su casa. A este paso, va a llegar cuando amanezca”, bromeo, para hacerlo un poco más fácil.
Él titubea, pero acepta mi ayuda. Empujo la silla con ganas, aliviado de poder hacer algo concreto. No tardo más que unos segundos en llegar hasta su casa. El hombre me da las gracias, con una gratitud humilde que parece incómoda, poco utilizada. Me da la sensación de que le emociona una ayuda poco acostumbrada, y me hace sentir un poco incómodo también. Abre la puerta con dificultad, pero este gesto sí que es habitual, aunque costoso. Se levanta de la silla, sin poder incorporarse del todo, y la pliega antes de meterse en la portería con ella.
Ahí dejo de ser el buen samaritano y vuelvo a ser un hombre que bajó a tirar la basura. Camino esos pocos metros a mi portería con una sensación de alivio, llevado por estas piernas aún ágiles y ligeras.
En el ascensor, me abruma súbitamente una sensación de congoja, una angustia opresiva. Siento una pena enorme, un dolor de la vida, la sensación de insoportable injusticia que la existencia lleva consigo, con una cruel naturalidad.
Afortunadamente, llego a casa y aquí está mi ordenador, y la televisión encendida, y una película francesa de los años 60 donde una bella y joven actriz recrea una ficción amable.
Aún estaba el cura recitando el responso por Laura, antes de meterla en el nicho para siempre, cuando se levantó una ligera brisa en el cementerio. Al principio Arturo no se dio cuenta; el dolor le tenía enclaustrado. Pero la brisa arreció, y trató de arrebatar la estola al cura. Éste, al pugnar por evitarlo, interrumpió bruscamente su oración. El repentino silencio devolvió a Arturo al cementerio, y le hizo advertir la creciente agitación de las ramas de los árboles. Quizás la naturaleza había reparado bruscamente en la monstruosidad de su pérdida y se había enajenado a su vez, solidaria con su pena.
La ceremonia continuó con cierta precipitación, ya que la ligera brisa se volvía ventisca. Sin embargo, Arturo se sentía reconfortado, una vez reconocida la extraña empatía que le brindaba ese mundo esencial, que Laura tanto había amado, con su propio dolor. Ahora incluso ese dolor le parecía más liviano.
Por su parte el cura, más preocupado por conservar estola y bonete que por asegurar la recepción de Laura en el reino de los justos, despidió apresuradamente a los presentes, y Arturo, tras recibir una última tanda de pésames, empezó a caminar hacia su casa.
El vendaval le obligaba a ir inclinado, sujetando su sombrero y su gabardina. Cerró la puerta, y antes de que le ganase la tranquilidad de estar en su hogar, una idea repentina le sobresaltó. Corrió hacia el fondo del piso, advirtiendo con creciente inquietud que las cortinas de las ventanas se agitaban furiosas. Cuando llegó al despacho, vio el desastre y cerró los ojos, golpeando su coronilla contra la pared a sus espaldas.
La ventana estaba abierta. Dios. Todos los papeles que había sobre la mesa estaban revoloteando; muchos de ellos escapaban por la ventana. Y eran toda su vida: ahí estaba desparramada toda la documentación que había tenido que rescatar de estanterías y armarios para encontrar la póliza del seguro de defunción, negligentemente escondida entre hipotecas, contratos, certificados y garantías de compra. Todo, todo había volado. No tuvo fuerzas para cerrar la ventana, sólo supo dejarse resbalar apoyado en la pared hasta acurrucarse en el suelo, donde quebró su alma en sollozos.
Entretanto, los papeles volaban libres, oteando el crepúsculo, entre alegres cabriolas, ignorantes y ufanos. Las notas escolares de Laura, el resguardo de la selectividad, su título de médico, hojas de salarios, partida de nacimiento, fotografías de la boda, de los viajes a París y a México, en fin, todos los documentos y recuerdos, en feliz algarabía, disfrutaban de su libertad, tras vivir largos años de lóbrego calabozo administrativo.
La fuerza del vendaval los empujaba contra el risco que protegía la ciudad, obligándoles a elevarse y a elevarse cada vez más. Por fin, la vida de Laura, si hubiera podido ver a través de la mirada de sus papeles errantes, habría reconocido los molinos eólicos que coronaban el acantilado, y que llevaban un buen rato girando a pleno rendimiento. Hacia uno de ellos se encaminó Laura en su forma de blanca naturaleza fragmentada, y durante un rato estuvo jugando, enredada entre sus palas, antes de alejarse despreocupada, dispersándose hacia el horizonte.
En el despacho de Arturo, todo había acabado. No quedaba un solo papel en su sitio. La vida pasada había desaparecido, con la crueldad añadida de la pérdida de sus testimonios queridos. Se acabó, se acabó, musitaba. Con desgana el crepúsculo se convirtió en noche, y Arturo seguía sentado e inmóvil en la oscuridad, sin moverse del suelo. Un buen rato más tarde salió de su estupor y comprendió que no tenía sentido seguir atrapado en ese dolor insoportable. Alzó lentamente su mano y prendió la luz.
Con la luz llegó una sorpresa: volvió a recordar a Laura, de una forma inexplicablemente feliz. La vio viva y alegre, como cuando revoloteaba por el despacho, bromeando sobre los años que tardarían en pagar la hipoteca, abrazándole por detrás mientras él hacía números, trayéndole un vaso de zumo bien fresco.
Una parte de Laura, la Laura que había huido despreocupada hacia el horizonte, se había enredado en las palas del molino eólico, había subido al tiovivo de la turbina y se había deslizado por los cables eléctricos subterráneos como si fueran un inacabable tobogán acuático. A la eléctrica Laura no le había costado encontrar el camino de vuelta a su domicilio, y solo tuvo que esperar, paciente, a que Arturo le permitiera volver a entrar. Y ahora esa parte de Laura, convertida en luz, le miraba desde la bombilla, con indulgencia, tratando de animarle.
Y, por primera vez en dos días, Arturo sintió una extraña sensación de consuelo, un alivio inimaginable. Nunca olvidaría a Laura. Ella no había muerto; ella no había volado fragmentada en sus papeles. Laura viviría para siempre en sus recuerdos, y éstos solo se irían con él.
Se levantó y cerró la ventana, y en ese momento amainó el viento.
Existe una página web que permite, a modo de diversión, crear un tuit falso de cualquier perfil de Twitter. Los creadores de la misma han reproducido con exactitud el formato que tienen los tuits originales, y de ese modo es posible crear la ilusión de que un usuario ponderado de pronto ha perdido los papeles y ha publicado algo inconveniente o chocante.
Pero no hace falta recurrir a eso, porque un buen artista del PhotoShop es capaz de modificar una captura de un tuit normal y cambiarle el texto a su voluntad. Fue llamativo el caso de un tuit de Pablo Iglesias que por un descuido del que lo editó tenía más de 140 caracteres.w
Por cierto, merece la pena seguir este conversación y comprobar la reacción que este tuit falso despierta a través de las personas que lo contestan.
Twitter es informal
La idea original de Twitter era crear un sistema que pudiera centralizar en una página web los mensajes SMS que los desarrolladores de Odeo, una empresa de software, intercambiaban entre sí.
Era una herramienta informal para uso de compañeros de trabajo, así que la privacidad o la validación de los mensajes no parece que fueran características importantes. Sí que lo era el funcionamiento en tiempo real, algo que en general va en detrimento de la seguridad. Pero en ese aspecto de la comunicación instantánea el producto resultó ser excelente.
Twitter nació como una tecnología para la cual no había apenas utilidades preestablecidas. Era como un libro en blanco sobre la que la gente empezó a construir funcionalidades que nadie imaginó a priori. Sería largo enumerar todos los usos de Twitter, pero van de la simple expresión de un pensamiento por parte de una persona anónima, sin ninguna expectativa de ser leída por otros hasta la cuenta de una gran empresa que a través de un Community Manager mantiene un flujo de tuits para fidelizar a los clientes o mantener una imagen de marca. Y, entre esos extremos, los periodistas que avanzan scoops y los artistas que anuncian sus actuaciones y un sinfín de gente que sube fotos, opiniones y pensamientos.
Eso es Twitter — más o menos.
La ironía en temas sensibles
Yo he sido aficionado toda mi vida a la ironía. Me han gustado los juegos de palabras, los equívocos y los dobles sentidos, las frases que dicen algo y que basta escrutar la mirada para saber que en realidad dicen todo lo contrario. Pero así como en la vida real es fácil valorar si una ironía es pertinente, en Twitter es difícil saber de entrada cuándo va a funcionar y cuándo no.
En Twitter uno se siente compelido a participar en conversaciones que le interesan, aunque las personas que intervengan sean perfectas desconocidas. Esto ocurre sobre todo al principio, cuando uno está deseoso de formar parte de la gran familia de los tuiteros.
Se aprende enseguida a no participar en conversaciones que son sobre temas particulares, igual que no se intervendría en una conversación que dos personas mantienen a nuestro lado en el autobús, pero luego se aprende a reconocer esas conversaciones que podríamos denominar de barra de bar, en las cuales meter baza no parece de mala educación.
Si en esas conversaciones aportamos un tuit irónico, puede ocurrir perfectamente que alguien malinterprete nuestra intervención, y se produzca una embarazosa cadena de tuits agresivos y de disculpa por nuestra parte. En cuestiones menos polémicas, esto se resuelve con uno o dos tuits de aclaración, pero en otros casos puede desencadenarse una dinámica descontrolada que acabe muy mal.
El linchamiento en Twitter
Hace poco fue noticia el caso de Guillermo Zapata, recién elegido concejal de Madrid, al que se le han afeado unos tuits (desafortunados según unos, merecedores de una muerte cruel según otros) hasta el punto de que tuvo que renunciar al Área de Cultura que iba a presidir y pedir perdón humillándose hasta más allá de lo razonable, tratándose como se trataba de algo escrito en 2011 y amparado por el razonable anonimato del que Zapata disfrutaba en aquellos tiempos.
Pero ésta no ha sido la primera vez que esto ocurre. Uno de los linchamientos más notables que ha habido en Twitter es el de Justine Sacco, allá por 2013.
Justine Sacco fue una de las personas que sufrió esta situación de una forma nada virtual. Hizo un chiste en el aeropuerto de Londres (“Voy a África. Espero no coger el SIDA. Es broma… Soy blanca!”) y al aterrizar su tuit era conocido en todo el mundo, empezando una campaña de linchamiento que acabó con su carrera profesional de relaciones públicas.
Ahora Justine trabaja de RRPP en otra empresa, pero no ha hecho público dónde, y ni siquiera tiene cuenta en Twitter.
La lección a extraer es que se debe pensar antes de tuitear, si usas una cuenta con tu nombre. Y esto es difícil, porque a menudo uno tuitea acuciado por una compulsión incontrolable, provocada por una noticia, un tuit, una emoción personal. Además, el estatus de una persona cambia con el tiempo, y el que un día fue una persona particular e irrelevante, que podía decir lo que quisiera sin que ocurriera nada, puede llegar a ser (como Zapata) un personaje público cuya actividad sea objeto de un estricto escrutinio.
La identidad en Twitter
Twitter no es muy exigente con la identificación del usuario. De hecho le basta con un correo electrónico de contacto. El alias del usuario y el mismo nombre pueden cambiarse, ya que realmente la identificación interna es con un número.
Aunque existe un mecanismo para certificar que uno es quien dice ser, es opcional, y superfluo para muchos que precisamente lo que valoran es ese anonimato que permite expresarse sin cortapisas.
Las cuentas de Twitter no son todas iguales. Hay quien usa un nombre y una foto ficticia, ya sea porque quiere tuitear de forma anónima o porque su cuenta está enfocada a un tema específico (yo tengo una de éstas,@elquijote1605, donde estoy publicando El Quijote. Algún día hablaré aquí de esto). En el otro extremo, hay cuentas que representan a personas o instituciones, de forma que su identidad es inequívoca. La intención con la que se crea una cuenta es (o debería ser) evidente una vez que se leen unos cuantos tuits. Cuando esto no es así es que el tuitero no tiene claro este aspecto, y eso suele acabar en problemas.
Cuentas falsas o engañosas
Aparte de esto, hay algunas opciones para crear cuentas falsas que aparenten ser reales. Twitter en eso da facilidades: el tipo de letra que usa confunde fácilmente la i mayúscula (I) con la ‘ele’ minúscula (l), con lo que@Pablo_Iglesias es indistinguible de @pablo_igiesias o @PabIo_IgIesias o@PabIo_IgIesias_. Aquí hay una relación de las ocho variaciones posibles en términos de combinaciones de las letras (i/L):
Aparte de la cuenta oficial, hay tres usuarios suspendidos, seguramente denunciados por el usuario original, y luego hay dos usuarios que existen pero no contienen tuits, por lo que su función es evitar que otros impostores puedan apropiarse de esas cuentas. Y por último, están las cuentas parodia y troll, que se distinguen porque la primera hace un uso cómico de la identidad mientras que la segunda difunde contenido denigrante para la misma.
Otras formas de cuentas falsas son las que usan nombres ligeramente modificados, ya sea incluyendo caracteres de subrayado adicionales o cambiando el deletreado para provocar confusión (Clavin Klein).
Twitter como notario de la actualidad
Es algo sobre lo que reflexionar. Se está usando Twitter como un repositorio de declaraciones formales que definen de forma irrefutable a cada individuo, y esto es un error. El tener acceso a los exabruptos de una persona, que habitualmente permanecían discretamente ocultos en el espacio limitado de una sala y unos pocos testigos no es suficiente como para categorizar a esa persona en su relación con el mundo.
Todos, cuando nos toca exponernos al mundo, adoptamos un aire formal y medimos de forma especialmente intensa nuestras palabras. Sabemos que en ese ámbito nuestras palabras quedarán fijadas como si se expresaran ante notario. Y sin embargo, incluso con todas estas prevenciones, las malinterpretaciones, los desmentidos, las quejas por lo que se dedujo fuera de contexto, todo este reinado de la inexactitud florece una y otra vez, incesantemente.
Dada su naturaleza inmediata y espontánea, y dada la facilidad que ofrece para la impostura y la falsificación, Twitter debería dejar de usarse como notario de la realidad. Deberíamos descalificar inmediatamente cualquier información que se basara en tuits y volver a primar la declaración formal, de primera mano y con testigos confiables. De lo contrario, perderemos por un lado esa libertad del Speaker’s Corner que Twitter es, y por la otra cualquier atisbo de credibilidad y ponderación en nuestras informaciones.
Aunque, por otro lado, quizás lo que se persigue es precisamente eso.
La segunda temporada de la serie de televisión El Ministerio del Tiempo empezó con brillantez: la aventura de un Cid Campeador impostor que se sacrificaba como un soldado para evitar que cambiase la historia del héroe se cruzaba con el proceso de documentación de la película sobre el Cid que Charlton Heston protagonizó en los años 50.
Anoche tuvo lugar la segunda entrega, en la que un asesino psicópata tiene una puerta del tiempo en un armario y la usa para asesinar a madres solteras en distintos momentos del tiempo. El capítulo sirve además para presentar a Pacino, el personaje de Hugo Silva que ocupará el lugar del pluriempleado Rodolfo Sancho. Éste capítulo incluye una paradoja temporal, ya que se produce un cambio en la historia. Esto ha causado bastante revuelo.
Hubo otros cambios antes, pero siempre eran en la “pequeña historia” de cada uno de los protagonistas. En este caso, en cambio, se trataba de la línea principal, algo que por fuerza tenía que tener muchos efectos colaterales. Yo no discutiré las elecciones de los guionistas, porque soy fan de la serie y me parece estupenda. Lo que sí quiero reflexionar es sobre el hecho de sucumbir a la tentación de cambiar la historia.
Hubo hace años una serie que se llamaba Claro de Luna, en la que una bellísima Cybill Shepherd y un no menos atractivo Bruce Willis, detectives, mantenían una pulsión erótica que no llegaba a concretarse jamás. Esa tensión entre los personajes era el verdadero atractivo de la serie (la prueba es que hoy, más de treinta años después, es lo único que merece recuerdo).
En El Ministerio del Tiempo, más allá de las expectativas románticas del personaje de Amelia, la verdadera tensión está en la posibilidad de modificar el curso de la historia y no hacerlo.
Esa circunstancia es la que hace que el episodio del Cid sea uno de los mejores que hemos visto. La tragedia del funcionario del ministerio que provoca accidentalmente la muerte del Cid y decide ocupar su lugar para que la historia no cambie adquiere unos tintes épicos y grandiosos, dignos de la tragedia griega. Es conmovedor. El giro de la historia en que el personaje impostor toma el Cantar del Mío Cid como referencia desesperada para forjar su actuación es simplemente genial.
El capítulo del Cid me hizo reflexionar sobre el tiempo como una especie de dios pagano cuya voluntad está por encima de la posibilidad humana de intervención. Los funcionarios del Ministerio, como el Ícaro de las alas de cera, pueden elevarse hasta las alturas pero sus actos están condenados al fracaso, puesto que el dios Tiempo siempre acaba saliéndose con la suya. Esa lectura convierte al Ministerio del Tiempo en una epopeya griega, un trabajo que cabe ubicar en la categoría de arte mayor.
Es difícil mantener un nivel tan elevado permanentemente, y más en una serie, que debe entregar episodios de una forma regular y metódica. Por eso el siguiente capítulo, en el que Hugo Silva altera sin problemas el curso de la historia, inconsciente de su categoría de héroe griego, defrauda esas expectativas.
Los guionistas aquí sucumbieron al humano deseo de salvar a las víctimas del despiadado psicópata, pero al mismo tiempo abrieron la veda porque, si es lícito salvar a esas 20 mujeres, a pesar de las incontables consecuencias colaterales, ¿qué se podrá alegar contra la posibilidad de salvar a millones asesinando a Hitler en la cuna?
Además, el hecho de que el ser humano sea capaz de cambiar el destino acaba con el trágico fatalismo que dignificaba la vida del Cid impostor. Se trivializa una cualidad épica de la serie por satisfacer un deseo fútil de conseguir un final feliz. Y se pierde esa tensión entre la inexorabilidad del curso de las cosas y el deseo del espectador de cambiarlas cuando ello es posible. Eso es banalizar la serie y privarla de su tremenda profundidad trágica.
Yo hubiera intentado un giro distinto en ese segundo episodio. No sé, podría haberse matado al psicópata sólo para descubrir que las mujeres habrían muerto igual, quizás de otra manera, pero respetando en sus líneas principales las líneas maestras de la historia. El padre de Pacino se hubiera suicidado por otras razones. Pacino habría llegado a 2016 mediante algún otro giro caprichoso.
Esa posibilidad, la de contemplar al Tiempo como uno de aquellos dioses griegos caprichosos y capaz de someter y frustrar los deseos de los miserables seres humanos al tiempo que juega con sus esperanzas, acercaría a El Ministerio del Tiempo a una categoría de serie mitológica griega, lo que sería sencillamente maravilloso. Ahí es nada, recuperar para la narrativa del siglo XXI la figura de los dioses, cuando todos los dábamos por muertos desde el XIX.
Queridos seguidores y amigos, ya hemos empezado el segundo volumen de El Quijote. El tuit 8095 marcó el fin del primer libro, y el principio del segundo:
QUIJOTE 8095. salida de don Quijote. Forsi altro canterà con miglior plectio. Finis Segunda parte del ingenioso
— QuijoteEn17000Tuits (@elquijote1605) June 9, 2015
//platform.twitter.com/widgets.js Y el prólogo empieza en el tuit 8188, una vez pasados los prolegómenos legales, la fe de erratas y la aprobación y el privilegio:
QUIJOTE 8188. PRÓLOGO AL LECTOR ¡Válame Dios, y con cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector ilustre, o quier plebeyo, este
— QuijoteEn17000Tuits (@elquijote1605) June 12, 2015
La dedicatoria, que en el primer volumen precede al prólogo, queda ahora en segundo lugar, urgente como le resulta a Cervantes defender su obra de los comentarios insultantes sobre él que el autor de una segunda parte de El Quijote había vertido en su libro.
Cervantes demuestra una meditada contención a la hora de referirse a Avellaneda, el autor del Quijote apócrifo. Por las palabras de Cervantes, parece que Avellaneda fue especialmente áspero y bravucón al referirse al autor del Quijote original, cosa que puedo entender perfectamente, ya que hoy día también se usa el trolleo para obtener relevancia social (y dónde más que en Twitter). En su papel de autor reputado y por tanto en otra dimensión de la discusión, mal que le pesase a su interlocutor, Cervantes prueba a ser un caballero y mantener trabada su ofendida dignidad de soldado, y de hecho lo consigue, al menos al principio: hay una queja doliente y digna sobre el reproche de ser viejo y manco. Me gusta mucho cómo se defiende de la acusación de vejez:
…como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo…
y más aún la defensa de su mano inútil, no viendo en ella más que un motivo de orgullo:
… como si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.
A mí me resulta entrañable el viejo soldado y su fiero orgullo que defiende sus heridas junto con las miserias a las que como soldado se ha visto abocado en su vida militar, pero que en ningún momento le hacen perder su convicción acerca de la rectitud de su actitud ante la vida:
El soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga
Y a continuación afea a Avellaneda, con suma contención, que le acuse de envidioso, y le recuerda que él admira a Lope de Vega, y que Lope de Vega también consideraba buenas sus novelas. Tras contenerse durante dos páginas, por fin Cervantes no puede aguantarse más y le reprocha a Avellaneda que se presente
… encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traición de lesa majestad.
Y usando dos pequeños cuentos, ridiculiza las pretensiones de Avellaneda de ser capaz de hacer un libro capaz de darle dinero y fama (comparándole con el loco que infla perros soplándoles por el culo) y le niega todo tipo de talento para escribir (con la otra historia del loco que se dedica a apedrear perros hasta que el dueño de uno le da una paliza). La asociación nada sutil de las figuras de perros y locos con la persona del autor del apócrifo es lo más cerca que Cervantes se pone de una agresión verbal. En estas historias usa todo su talento para el género picaresco, dejando patente la fiereza que se mantiene agazapada detrás del artificio de las letras: no quisiera yo haber estado en la piel de Avellaneda si se hubiera producido un encuentro frente a frente.
“Prevenir enfermedades con comida alcalina y sus propiedades beneficiosas”
Bien mirado, quizás lo suyo en Twitter sería usar listas. Pero yo soy perezoso para esto de categorizar a quienes sigo, y por eso tengo el hábito de tirarme a mi línea de tiempo (timeline, TL) en plan indolente, buscando cosas interesantes de modo errático. Cuando esta estrategia falla, me voy a las tendencias (trending topics, TT) en inglés, a ver tuits relacionados por esas etiquetas.
Un día, en uno de esos rastreos por tendencias, me llamó la atención un tuit sobre la comida alcalina. No es que me interese la macrobiótica o la alimentación en general. Lo llamativo era que el hashtag no tenía nada que ver con el contenido del tuit. Y no me habría fijado, pero acababa de ver el mismo tuit sobre la comida alcalina con una etiqueta (hashtag, HT) diferente.
Enrique Iglesias Prevenir enfermedades con comida alcalina y sus beneficios http://t.co/Gl5slMgUIU 😀
— AnaMaria Terapias (@AnaMariaTerapia) Mayo 31, 2015
En un caso el hashtag es #holaberberecho y en el otro Enrique Iglesias. Ambos eran tendencia en España en ese momento, pero evidentemente no tienen mucho que ver con los tuits (bueno, no sé si los berberechos son alcalinos – y si me apuras tampoco sé el pH de Enrique Iglesias).
Una búsqueda con las palabras comida alcalina revela que, efectivamente, hay muchos usuarios tuiteando el mismo contenido. Pero hay diferencias respecto a los robots que he visto tuitear en ocasiones. Los tuits estaban organizados interiormente con una estructura ligeramente distinta en cada caso.
El hashtag (#IslasDelMundo, #DiaMundialSinTabaco, Scary Movie, Michel Franco) aparece a veces al principio, a veces al final.
Hay en ocasiones una palabra (Atención! Entérate!) que precede el texto.
En ocasiones el texto termina con emoticonos (:O, 😀).
El enlace del tuit es siempre el mismo (al menos en este caso, en otros no).
Las tres primeras características están orientadas a evitar la apariencia mecánica de los distintos tuits, de forma que sean menos fáciles de correlacionar. La cuarta, si se presenta, identifica sin género de duda que los tuits pertenecen a un mismo lote.
Por curiosidad seguí el enlace y descubrí que se dirigía a un artículo de una revista digital, cuerpoymente.es. Esta web publica artículos de salud, y entonces entendí la razón de todo el montaje: mediante esta red de perfiles falsos se publican tuits que dirigen a contenidos de la revista. Queda la duda de si es la propia web la que ha organizado esta infraestructura o si la ha contratado a terceros. Mi sospecha va en la primera dirección, según justificaré más tarde.
Y ¿por qué tengo tanto interés en estos usuarios falsos?
La realidad corta es porque me molestan. En primer lugar, el creador de esta red está violando los términos de servicio de Twitter, al usar los hashtags de los trending topic para visibilizar sus tuits. Puesto que los HT son TT, significa que muchos usuarios están interesados por ellos y por tanto clicarán para descubrir contenido asociado. La trampa aquí es que los tuits no tienen ninguna relación con esos HT.
En segundo lugar, el hecho de que aparezcan tuits espúreos entre los que uno desea realmente leer se denomina spam, y está también penalizado por Twitter. A mí particularmente también me ha molestado tanto como para reportar usuarios tramposos. Sólo por estas dos razones ya me parecía interesante investigar más, igual que ya he hecho en otras ocasiones. Pero, además, según investigaba me daba cuenta de que todo era más sofisticado de lo que parecía en primera instancia, y la curiosidad me empujó a seguir intentando discernir los criterios que el diseñador de la red de usuarios falsos había decidido implementar.
Así pues, tomé varios usuarios y me puse a estudiar sus perfiles primero y sus líneas de tiempo después.
Perfiles de usuario
Los perfiles eran quizás lo menos trabajado de todo. Tenían dos características comunes:
Ninguno contenía descripción, tan sólo el nombre y el identificador de Twitter.
La mayoría de ellos tenía entre 40 y 70 cuentas a las que seguían, y estas cuentas eran básicamente de dos tipos: las cuentas populares que Twitter te recomienda al dar de alta una cuenta, por un lado, y por otro, otros usuarios falsos.
Las cuentas de este sistema se siguen unas a otras, así que si queremos hacer una redada, por así decir, basta tomar una de estas cuentas y ver a quién siguen. En la imagen podéis ver unas cuantas.
Otra forma de conseguir un listado de usuarios es tomar un tuit que sea sospechoso (más adelante explico los rasgos típicos) y hacer una búsqueda de las palabras más significativas. Así obtendremos una lista de tuits que, si hemos elegido bien las palabras, serán casi todos de las remesas que publica este sistema publicitario. Para este estudio, he usado la búsqueda “ovnis OR luces AND Massachusetts AND ciudad“. Os animo a hacer la búsqueda por vosotros mismos. Deberíais obtener una colección de tuits como éstos:
Esta lista puede rastrearse, con paciencia, hasta febrero de 2014.
A través del API de Twitter he hecho la misma búsqueda, y en este caso he encontrado unos 1200 tuits en un periodo de sólo nueve días: eso representa una basura de más de 100 tuits diarios acerca de los ovnis de Massachusetts. Os he dejado los links para que podáis ver que todos os remiten al mismo lugar, un artículo de la revista web cuerpoymente.es.
0 2015-06-04 09:08:13 Corpus Christi Las luces de Massachusetts capturados en video sobrevolando la ciudad http://t.co/1mNY4p5fNi
1 2015-06-04 08:38:07 RT @PacaPacheco89: Las luces de Massachusetts grabados en video sobre la ciudad http://t.co/gdzNAcmw14 #PesadillaTaberneta
2 2015-06-04 08:34:04 Las luces de Massachusetts grabados en video sobrevolando la ciudad http://t.co/KMoQ4Pke4p #SiempreMePasaQue
3 2015-06-04 08:30:56 Las luces de Massachusetts grabados en video sobre la ciudad http://t.co/gdzNAcmw14 #PesadillaTaberneta
4 2015-06-04 08:11:16 Las luces de Massachusetts grabados en video maniobrando sobre la ciudad http://t.co/pIUxUr9Iq3 Pizarro
5 2015-06-04 08:07:53 RT @LauriPari90: Los ovnis de Massachusetts capturados en video maniobrando sobre la ciudad http://t.co/P49HEKtMld Chuck Blazer
6 2015-06-04 08:03:51 Los ovnis de Massachusetts capturados en video maniobrando sobre la ciudad http://t.co/P49HEKtMld Chuck Blazer
7 2015-06-04 07:40:17 #SiempreMePasaQue Los ovnis de Massachusetts grabados en video sobrevolando la ciudad
8 2015-06-04 07:38:57 RT @SaraTorresBcn: #SiempreMePasaQue Los ovnis de Massachusetts grabados en video sobrevolando la ciudad http://t.co/mZkqG36ER3
9 2015-06-04 07:36:39 RT @MartaAbuelo86: #SeriaRePiolaQue Los ovnis de Massachusetts grabados en video sobrevolando la ciudad http://t.co/FnYz4iQWkx
10 2015-06-04 07:35:53 #SiempreMePasaQue Los ovnis de Massachusetts grabados en video sobrevolando la ciudad http://t.co/mZkqG36ER3
11 2015-06-04 07:33:41 #SeriaRePiolaQue Los ovnis de Massachusetts grabados en video sobrevolando la ciudad http://t.co/FnYz4iQWkx
12 2015-06-04 07:29:54 Los ovnis de Massachusetts grabados en video sobrevolando la ciudad http://t.co/prkOlzmCLb #FelizJueves
13 2015-06-04 07:13:14 RT @AndresMateoAndr: Los ovnis de Massachusetts grabados en video sobre la ciudad http://t.co/Qskwo2uRMu #SiempreMePasaQue
Es fácil ver que los tuits son muy parecidos, pero es difícil formular las reglas que se usan para que los tuits parezcan distintos y, por tanto, naturales. Más adelante estudiamos esas reglas. Lo que me interesa son los usuarios distintos que hay. Los campos que hay en el siguiente listado se explican a continuación:
Fecha creación: La fecha en que se creó el usuario. Debo decir que los cuatro primeros usuarios parecen reales, ya que son de 2012 (los otros son de oct-2014 en adelante), tienen pocos tuits diarios y además contienen algo en los campos de location y description, cosa de la que los usuarios fake carecen.
Días: Cuántos días hace que se creó la cuenta.
Tuits: Tuits que ha enviado la cuenta desde su creación. Como veréis, son números similares.
T/día: Promedio de tuits enviados a diario. Dato interesante: las cuentas más antiguas tienen un promedio más bajo, seguramente porque al principio el sistema procesaba menos tuits. A partir de abril de 2014 pasa de unos 140-150 a 260, señal de que se ha decidido incrementar los tuits, posiblemente al añadir nuevos contenidos que publicitar.
T1: Tuits que hemos encontrado en esta búsqueda de los ovnis de Massachusetts. Su número oscila entre 9 y 23. Esto en un período de 9 días, lo que viene a ser uno o dos tuits de ovnis al día (por cada usuario).
Fw: Usuarios a los que ese usuario fake sigue. Los usuarios seguidos son unos cuantos de la misma red de usuarios fake, mas otra colección de cuentas populares que se usan ocasionalmente para retuitear contenidos.
screen_name: el nombre del usuario en Twitter. Lo pongo con el enlace para que podáis entrar en sus perfiles y comprobar el tipo de tuits que publican, todos falsos (menos los retuits de cuentas populares y los chistes).
location: el campo que declara la ubicación del usuario. Como es texto libre, no es de mucha confianza como información, pero en este caso lo normal es que no exista, salvo en los cuatro primeros, que ya dije que parecen reales (o de otra remesa más antigua).
description: el texto que se añade a la cuenta como descripción. Los fakes de este sistema no suelen tener.
Respecto a las líneas de tiempo, se reconocían los tuits publicitarios antes descritos, pero también había dos tipos de tuits distintos:
Retuits de otras cuentas, principalmente de las cuentas recomendadas. Entiendo que pretenden dar una apariencia humana a la cuenta, retuiteando contenido de terceros para dar a entender que el usuario fake lee otras cuentas. Mirando con atención, no hay mucho criterio en la selección de los tuits; basta ceñirse a las cuentas recomendadas para obtener contenidos razonablemente lógicos.
Tuits de frases ingeniosas, combinadas con un TT para darles visibilidad. La estrategia aquí es aparecer en las búsquedas por TT gracias al HT, focalizar la atención de los usuarios por su naturaleza ingeniosa (hay infinidad de cuentas de las que se puede obtener esas frases) hacia el usuario fake y lograr en consecuencia que un usuario termine por entrar a curiosear en la TL del usuario fake, donde encontrará todos los tuits publicitarios.
Análisis de variabilidad de los tuits
He hecho una búsqueda de tuits conteniendo las palabras comida alcalina, y me salen 531. Sin embargo, se observa que se han tomado precauciones para que no se reconozcan fácilmente que se trata de tuits repetidos, y menos de forma mecánica.
En rojo se marca el texto del tuit. Si los examinas, verás que son ligeramente distintos, como analizaremos a continuación.
En azul están los HT, que una vez más remarcaré que son TT que no tienen nada que ver con el contenido del tuit. Además, el sistema a veces sitúa el HT al principio en vez de al final.
Existen añadidos al tuit como un texto de introducción (en amarillo) y un emoticono (en rosa) al final, antes del HT cuando éste aparece al final.
Algunos tuits son RT de otros usuarios fake.
Todas estas variaciones pretenden simular que los tuits no provienen de la misma fuente, y de hecho funciona muy bien; yo descubrí todo esto gracias al uso de los TT inconsistentes: sólo al cabo de un tiempo inspeccionando los tuits fui descubriendo las distintas regularidades que presentan.
El análisis de las frases en rojo, que son el núcleo del tuit, presenta las siguientes variaciones:
Esto revela una combinación mecánica de tres grupos, cada uno de ellos formado por dos o tres subfrases:
preven las enfermedades / Prevenir enfermedades
gracias a comida alcalina / con comida alcalina
y sus propiedades beneficiosas / y sus beneficios / y sus múltiples propiedades
En el caso de los ovnis de Massachusetts, las variaciones se obtienen igual:
Los ovnis de Massachusetts/Las luces de Massachusetts
grabados en vídeo/capturados en vídeo
sobre la ciudad/sobrevolando la ciudad/maniobrando sobre la ciudad
Hay que reconocer que los diseñadores del sistema han dedicado un considerable esfuerzo en disimular su naturaleza mecánica.
A dónde remiten los links
Ya he mencionado antes la revista cuerpoymente.es, pero aquí voy a estudiar los enlaces que existen en estos tuits, para ver a quién pertenecen y qué pretenden publicitar. La estrategia para ello es capturar la TL de uno de estos usuarios fake y extraer de sus tuits los enlaces que contienen.
He usado a MonicaNaranjo90, un usuario cualquiera de la lista de más arriba. He recuperado unos 3200 tuits, de los cuales he descartado los RT (porque algunos son de las cuentas populares, y remiten a otros enlaces que no nos interesan) y los que no tienen enlaces. En total hay unos 1600 tuits con enlaces válidos, la mitad, lo que no sé si interpretar como una casualidad o como un criterio de diseño. En cualquier caso, estos 1600 tuits se corresponden con sólo 80 enlaces distintos, que se repiten, por tanto, unas 200 veces cada uno. Y esto en un periodo de análisis de 17 días, lo que da una idea del volumen de tuits fraudulentos que esta red introduce en Twitter.
Los 80 enlaces (bueno, 79 en realidad) se corresponden con tres dominios:
cuerpoymente.es: una revista o blog de medicina natural, salud y terapias alternativas. Hay 22 enlaces.
archivoparanormal.com: como su nombre indica, un blog sobre temas paranormales. 38 enlaces.
play.google.com: el almacén de aplicaciones de Google, desde donde se pueden descargar aplicaciones de un desarrollador: NatureSoft Games. 19 enlaces.
Ante una encuesta electoral, todo el mundo debería mentir.
Piensa por un momento para qué sirven las encuestas electorales.
Su utilidad más inmediata es servir a los gabinetes de campaña, es decir al personal de marketing de los políticos, para establecer estrategias de acción adecuadas para maximizar el número de votos.
Se usan también como publicidad positiva (para nosotros) o negativa (para los adversarios), con la idea de que fortalezcan la imagen pública del político. Ese concepto no es muy diferente del de fortalecer la imagen de marca de un champú o unas latas de refrescos. No importa tanto su ideario como su impacto en el público objetivo.
Y otra utilidad es servir a los indecisos para saber qué va a votar la gente. Ni qué decir tiene que una democracia que se basa en votar según qué votaron los demás tiene un perfil francamente bajísimo.
¿Por qué defiendo que se deba mentir o engañar deliberadamente en las encuestas?
Concedo que los gabinetes electorales deben diseñar una estrategia electoral, y que para ello necesitan algún tipo de información. Pero creo que el uso del marketing en política es contrario a la esencia de la democracia. El marketing pretende vender. Vender como sea. Y un político no debería venderse (oigo vuestras risas), debería tener y exponer un proyecto de sociedad, una colección de ideas, directrices y planes que el elector debería estudiar y evaluar honesta y profundamente. El marketing político banaliza la política, la reduce a unos valores tan simples que no puede sino concluirse que una democracia construida sobre el marketing no tiene el menor valor de representatividad de la voluntad popular. Posiblemente el poder, el verdadero, se oculte en cualquier otro sitio.
Así que podemos decir que cuando contestas honestamente a una encuesta electoral estás proporcionando a las maquinarias de los partidos los elementos necesarios para manipular con mayor precisión la voluntad de las personas, alejándoles así de lo que es su verdadera misión como electores.
Mi idea es que debería acabarse con las perniciosas encuestas electorales, y si no puede hacerse por supresión directa hacerlo por el método expeditivo de impedirles adquirir ningún valor. Las mentiras de todos y cada uno de nosotros proporcionarían una colección de desvaríos estadísticos que no tendrían la menor utilidad. La gente sabría que todo lo que se publicita como encuesta es lisa y llanamente una mentira. Con el tiempo, se desacreditarían tanto que nadie se atrevería a exponerlas al público.
Sin encuestas, los partidos tendrían que concentrarse en sus propuestas y programas electorales. Seguirían prometiendo la luna ante las cámaras, pero al menos esos vendedores de crecepelo no podrían saber si el resultado de sus mentiras era el deseado, no al menos hasta después de las elecciones. Y el tiempo de telediarios que dedican a publicitar encuestas podría dedicarse a otras cosas más útiles.
Naturalmente, este tuit despertó mi curiosidad, y seguí el enlace. Se trataba de un artículo sobre unos encuentros de espiritualidad organizado por Podemos.
Yo soy de esa gente que se lee los artículos, más que nada para amortizar aquel cursillo de lectura rápida que hice hace treinta años. El caso es que en el artículo se refieren las actividades que se realizarán, y entre éstas se mencionan los debates. Llama la atención la referencia al debate con una “discípula del silencio”, algo que tuvo que chocar al periodista para mostrarlo entrecomillado.
Y uno, en su ignorancia, como os manifesté en el tuit de retracto, visualizó ese debate llamativo entre personas ansiosas de saber y la “discípula de silencio”, ejerciendo su muda disciplina con pertinaz contumacia. Y eso es lo que me hizo gracia, y lo que os comenté en el tuit jocoso que tanto os desconcertó:
.@mirrocafort@PelosBi Intrigante una mesa redonda con una “discípula del silencio”. Que se acabe sin conseguir arrancarle una palabra. — Diego Buendia (@dbuendiab) abril 8, 2015
En resumen, que era una tontería. Sí. Lo que me deja un poco perplejo es que no me entendiérais. A lo mejor es que no llegásteis a leer el detalle del artículo, con lo que lo de la “discípula del silencio” queda un poco cojo.
Y si queréis ampliar conocimientos sobre esto de la “Escuela del Silencio”, en la web de los dominicos he encontrado este enlace.
No me lo creía cuando me dijeron que seríamos los teloneros de Supertramp. La noticia tuvo que ocurrir a finales de 1985, porque la gira de Supertramp fue durante la última semana de Enero de 1986.
Nuestro grupo se llamaba Banco, y lo formábamos Rosa Caparrós (voz), Michel González (bajo), Salva Aparici (batería) y Diego Buendía (guitarra). También venía como teclista Pep Sala, que al año siguiente formó el grupo Sau, junto a Carles Sabater.
Preparativos de la gira
El plan era ir con una furgoneta a San Sebastián, Bilbao, Madrid y de vuelta a Barcelona. Tocaríamos con el equipo de sonido de Supertramp, de modo que sólo teníamos que llevar nuestros instrumentos y amplificadores. Unos días antes del comienzo de la gira, Michel, nuestro bajista y mánager, me dijo que no iba a ser exactamente así: los técnicos de Supertramp nos dejaban solo la etapa de potencia, pero no la mesa de mezclas. De hecho, a mí me había parecido muy extraño poder usar la mesa de mezclas de Supertramp. ¿Cómo iban a dejarnos modificar los centenares de controles de sus ajustes para establecer los nuestros? Tendrían apenas un rato para devolverlo todo a su configuración inicial. No tenía sentido.
Así que hubo que improvisar. De pronto, teníamos que llevar una mesa de mezclas propia, y una caja de herrajes para nuestros micrófonos, y una manguera enorme para los cables. En la furgoneta no había sitio; la mesa de mezclas pudo colocarse sobre la baca del vehículo, pero definitivamente los cables y los soportes de micro no cabían. La manguera iba enroscada en un carrete metálico de casi un metro de diámetro, y los soportes iban en una caja que parecía un ataúd. ¿Dónde llevarlo todo?
Yo tenía entonces un Panda azul celeste, pequeño y barato. Me ofrecí para usarlo de transporte adicional, básicamente por dos razones. La primera, por ayudar. Siempre me ha gustado ayudar, sobre todo si es haciendo algo que me gusta hacer. Y en segundo lugar, por conducir.
¡Ah, conducir! Desde que aprendí a hacerlo, conducir ha sido una de mis pasiones. He podido conducir durante horas y horas, en un estado de ensimismamiento concentrado que me produce fatiga, pero también paz. Y en aquel tiempo, ventiañero como era, la perspectiva de conducir por media España conduciendo mi propio coche en una gira con unas superestrellas del rock era más de lo que podría haber imaginado en mis mejores sueños.
Todo el mundo respiró aliviado. Desmontamos el asiento trasero del Panda y vimos que los cables y micros cabían perfectamente. El coche iba un poco hundido por la carga, pero quién iba a preocuparse por eso, ¿verdad?
San Sebastián
El primer concierto era en el estadio de Anoeta de San Sebastián, poco más de 500 km de ruta. Michel venía de copiloto. De ese primer viaje recuerdo haber salido el viernes 25 de enero, por la mañana, y haber conducido ininterrumpidamente hasta cerca del límite provincial de Euskadi. Como eran las dos o así, paramos a comer en un bar de ruta de Lekumberri. Aquéllos eran los años de plomo en el País Vasco, y una vez sentados en el bar con nuestros bocadillos advertimos que desde otra mesa cuatro o cinco personas jóvenes nos miraban con hostil curiosidad.
Cuando salimos de allí, Michel me comentó que seguramente nos habían tomado por policías secretas, cosa insólita que sin embargo acepté con total normalidad. Con el tiempo he dejado de creer esa romántica hipótesis para aceptar la más convencional de que simplemente éramos forasteros en un pueblo pequeño. Pero en esos momentos recuerdo haber entrado en Guipúzcoa con verdadera aprensión.
Llegamos a Anoeta a media tarde, cuando ya se iba el sol. Había charcos en el tartán; parecía que hubiera llovido. Y hacía mucho frío, era pleno invierno. Guardo un buen recuerdo de nuestra actuación en Anoeta, aunque nuestro público apenas llenó un cuarto del aforo del campo. De hecho, no se ocuparon las gradas, si no recuerdo mal. La combinación del campo de fútbol y la pista de atletismo circundante era un espacio enorme, y ni siquiera Supertramp lo llenó.
El día siguiente era el único sin actuación, así que lo pasamos haciendo turismo por San Sebastián. A mediodía vimos a los miembros de Supertramp en La Concha, desde lejos, jugando un partido de fútbol en la arena. Alguno llevaba el albornoz del hotel. De hecho, los componentes del grupo viajaban en avión y se alojaban en el hotel hasta la hora de la prueba de sonido. Los técnicos pasaban una hora o más ajustándolo todo y, cuando ya estaba perfecto, llegaban las estrellas a comprobar si todo era de su gusto. Tocaban unos minutos, básicamente comprobando qué tal era el retorno de la señal en el escenario, y se volvían a ir al hotel hasta la noche. Nada que ver con nuestras prisas, puesto que apenas nos quedaba media hora para nuestra prueba antes de que se abrieran las puertas del recinto.
La tarde en San Sebastián empezó a complicarse cuando descubrimos el barrio de pescadores y todas aquellas tascas de pinchos y zuritos. Íbamos los cinco del grupo y Jaume Sitges, el técnico de sonido, que era a su vez bajista de la Orquesta Platería. Poco a poco nos fuimos dispersando. Pep y Jaume fueron los primeros en irse por su cuenta. Luego Rosa y Michel se fueron al hotel a descansar.
Salva y yo recorrimos todas las tabernas del barrio viejo. Me maravilló su perfecta disposición arquitectónica, puesto que salíamos de una y la trayectoria parabólica dictada por nuestro grado etílico nos llevaba directamente a la puerta de la siguiente, con una seguridad pasmosa.
Llegamos de madrugada al hotel. Michel, que hacía las veces de mánager, estaba de los nervios, porque no sabía nada de nosotros; era una época sin teléfonos móviles y no cabía más que fijar puntos de encuentro y esperar. La gente joven se extrañará de esto. Pero las cosas eran así entonces.
Compartíamos una habitación triple con Rosa, y ella estaba en su cama, asustada, casi a punto de llorar. Sentí una familiar culpabilidad, pero no me duró mucho, porque me dormí enseguida, mientras la habitación giraba lentamente a mi alrededor.
Bilbao
Al día siguiente, resacosos y cansados, nos fuimos levantando cada uno a nuestro ritmo. El siguiente destino era Bilbao, y puesto que está a poca distancia de San Sebastián, no fue complicado volver a recomponer la disciplina de la banda.
El antiguo Palacio de Deportes de Bilbao estaba en un lugar bastante feo, haciendo honor a la fama de ciudad gris que Bilbao tenía en aquellos tiempos, todavía lejos de la remodelación de la ría y la construcción de diversos edificios singulares. Sin embargo, su interior era muy acogedor, comparado con Anoeta. Para empezar, era un recinto cerrado. Y la gente de Bilbao fue muy amable con nosotros. De hecho, fue la última actuación agradable que tuvimos.
Acabado el concierto, recuerdo estar esperando junto a mi coche en una calle ancha que nos llevaría a la autopista de Vitoria. Era oscuro, hacía frío. Jaume Sitges era mi copiloto y esperaba en el coche. Yo intentaba ver la furgoneta de mis compañeros entre el tráfico, que se retrasaba inexplicablemente. Empezaba a chispear cuando, por fin, apareció la furgoneta. Me subí al coche y nos pusimos en marcha, yo iba delante y vigilaba por el retrovisor los faros del otro vehículo. Era noche cerrada y nos quedaban 600 kilómetros hasta Madrid.
Subiendo el puerto de Vitoria, la furgoneta pinchó y tuvo que detenerse. Yo no me di cuenta, porque seguía viendo los faros por el retrovisor. Chispeaba, neviscaba. Los cristales estaban empañados. En un momento dado, Jaume me comentó que creía que lo que nos seguía no era la furgoneta, así que reduje la velocidad y la dejé pasar. Y, efectivamente, no era la furgoneta, sino un autocar, lo que nos adelantó. Desconcertado, seguí unos kilómetros más y me detuve en una gasolinera, esperando a verles venir. Pero no venían, y al final empezamos a dudar de si no nos habrían adelantado sin que nos diéramos cuenta. Entonces decidimos seguir solos hasta Madrid, puesto que teníamos allí un hotel en el que reunirnos.
La ruta por la meseta fue azarosa. Según avanzábamos por fantasmagóricos páramos, la soledad resultaba cada vez más opresiva. Para acabar de aderezarlo, el piloto de la gasolina empezó a parpadear. Un poco inquieto, empecé a buscar indicaciones de gasolineras. Me detuve en la primera, solo para comprobar que estaba desierta. Un rótulo indicaba que desde las 11 de la noche a las 7 de la mañana no había servicio. La situación se complicaba. Otro rótulo decía que la siguiente gasolinera estaba a unos veinte kilómetros. Empecé a conducir en plan conservador, por si acaso.
Esa noche llegó a ser angustiosa. El fenómeno de las gasolineras cerradas se repitió dos o tres veces. En unas ocasiones la distancia a la siguiente era de veinte kilómetros, en otras de cuarenta: el caso es que estaba cruzando la lúgubre meseta prácticamente sin gasolina. De hecho, empecé a pensar que quizás sería una buena idea detenerse en una gasolinera hasta las siete, en vez de arriesgarse a quedarse tirado en mitad del páramo.
Madrid
Afortunadamente no pasó lo peor. Cuando apenas empezaba a clarear encontramos la — al parecer — única gasolinera en toda Castilla que abría las venticuatro horas. A partir de ahí, ya no estuve preocupado por la gasolina, pero a cambio me sentí repentinamente muy cansado. A las siete de la mañana llegamos al hotel en Madrid, sin tener noticias del otro grupo, y decidimos alojarnos y dormir un rato, a pesar de que a las diez teníamos que levantarnos para ir a la televisión.
El plan del día era abrumador. A las once teníamos que estar en los estudios de Televisión Española para hacer las pruebas de sonido, porque íbamos a tocar en directo un par de canciones en el programa La Tarde, un magacín que pilotaba la actriz María Casanovas. El programa era a las cuatro, y a las seis había que estar en el Palacio de Deportes de Madrid para la prueba de sonido. El concierto era a las diez, y a las doce o así teníamos que salir de nuevo rumbo a Barcelona, para el último concierto de la minigira.
Yo era vagamente consciente del riesgo de pasar dos noches en ruta, pero tenía ventipocos años y la verdad es que todo me parecía una gran aventura.
A las diez nos despertó Michel, que nos contó brevemente lo que había pasado con la furgoneta. Subiendo el puerto que hay antes de Vitoria tuvieron un pinchazo, y como estaban en medio de ninguna parte, tuvieron que ir a pie hasta la gasolinera anterior para pedir auxilio. Entre la caminata y la reparación se demoraron tanto que llegaron a Madrid ya de día. Claro que ellos pudieron dormir, porque el que conducía era el chófer de la furgoneta, que a su vez nos ayudaba en el montaje y desmontaje de los equipos.
En los estudios de TVE todo fue un tanto aséptico. Montamos el equipo, nos invitaron a comer en los comedores del centro y nos presentaron a María Casanova. Nos dijeron qué teníamos que hacer, cuándo entraba nuestro directo, y nos advirtieron muy seriamente que no hiciéramos ningún ruido ni antes ni después. Así que estábamos allí casi aguantando la respiración.
Puesto que no había público, la sensación fue extraña. Acabamos de tocar y se hizo el silencio. Quedaba otra canción. Yo quise afinar la cuerda aguda, sin hacer ruido, pero se escapó un tzing. Casi se me hiela el pulso. María hizo un comentario distendido para salvar el momento, pero yo vi claramente la cara de disgusto del regidor. Ya no volví a respirar hasta que cerró el programa.
Con bastante mal cuerpo por el rato en televisión y por la noche sin dormir, fui al Palacio de Deportes. La experiencia fue igual que en Bilbao. Supertramp hizo su prueba y nos dejó apenas el tiempo justo para la nuestra. Esa noche empezamos a tocar y ya vimos que el público no iba a ser muy receptivo. Silbidos y gritos demostraban que no éramos bienvenidos. No ayudó mucho que en televisión fuéramos presentados como un grupo catalán. La combinación de nuestro origen con el hecho de ser teloneros y por tanto estar ocupando un tiempo que la gente preferiría que fuera ocupado por el grupo principal hizo que en vez de aplausos, como en Bilbao, sufriéramos un crudo abucheo.
El efecto sobre nosotros fue demoledor. Salva empezó a acelerar los tiempos a la batería, deseando inconscientemente acabar cuanto antes con la horrible experiencia. Si Salva corría, íbamos todos detrás como un rebaño; la cosa no tenía arreglo. Yo le miraba implorante, pero él no me veía, iba en automático. Y para mí era terrible, ya que mis partes de guitarra tenían trozos rítmicos muy rápidos que no conseguía ejecutar en aquel modo reprise.
Nuestra actuación de cuarenta minutos quedó reducida a apenas veinticinco, pero ni siquiera esa reducción sirvió para que el público de Madrid fuera un poco compasivo. Nos llevamos todos los abucheos del mundo y salimos de allí con la alegría del que ha escapado del infierno. Lo único que ganamos fue una foto que Scott Page, el saxofonista de apoyo de Supertramp, nos consiguió con la banda. Scott era un tío encantador, todo lo contrario que los inaccesibles Rick Davies y John Helliwell, que parecían estrellas endiosadas y demasiado pagadas de sí mismos. Quizás como castigo final, la foto quedó medio desenfocada.
El incidente
Desmontamos y empacamos a toda prisa, entre aliviados y corridos. Y nos quedaban otros 600 kilómetros nocturnos hasta Barcelona. En esta ocasión fue Pep Sala el que se vino de copiloto conmigo. No recuerdo nada más que una cosa de esa noche, que justifica en cierto modo haber escrito todo este relato, como veréis.
Nada más salir de Madrid, la borrasca que nos había acompañado la noche anterior viniendo de Bilbao se recrudeció y empezó a nevar de nuevo. En la calzada empezaba a formarse una ligera capa gris, solo marcada por las rodaduras de algún coche precedente. Yo debía de estar muy cansado.
Sin extrañeza alguna, me encontré de pronto en un paisaje de nubes. Unas nubes blancas y algodonosas sobre un fondo azul, que iban desplazándose hacia arriba lentamente, como si estuviera yo cayendo sin apenas peso. Era una sensación de paz inefable.
De pronto siento un clic, como al accionar un interruptor eléctrico de pared, y todo se queda a oscuras, salvo el haz de las luces de mi coche. Estoy desorientado, así que me esfuerzo por saber dónde estoy, y lo primero que me llama la atención es la raya del arcén, que es discontinua. Eso es raro. A la izquierda, la línea de la mediana es continua, y por fin entiendo: estoy circulando por la izquierda, a punto de salirme de la carretera. A la suerte de haber despertado a tiempo debo añadir la de que no circule nadie por esas carreteras de Soria de madrugada.
Vi que Pep no se había despertado. Mejor para él. Pero yo ya sabía que había estado dormido, y a partir de ese momento fui consciente del sueño brutal que tenía. Se me cerraban los ojos tan bruscamente que no coincidía con la pérdida de consciencia que lleva al sueño. De hecho, estaba despierto mientras sentía que me dormía. Era extraño.
La nieve empezaba a ser preocupante. No llevaba cadenas, y si el temporal seguía seguramente tendría que detenerme. Era posible morirse de frío, pero no me importaba, realmente. Lo que me preocupaba era dormirme. Me descalcé para sentir el frío en los pies, abrí la ventana. Sacaba la cabeza para que me azotase la nieve. Seguí luchando contra la fatiga durante unos cincuenta kilómetros más, hasta que llegamos a la confluencia con la autopista de Zaragoza.
La nieve había quedado atrás según bajábamos al valle, pero conducir por autopista es tan soporífero que comprendí que no podía seguir. Desperté a Pep y le pedí que se hiciera cargo. Nada más sentarme en el asiento del acompañante, me quedé dormido como un tronco. Y ya no desperté hasta Barcelona.
Barcelona
Cuando llegamos, nos enteramos de que la actuación de esa noche se había aplazado. Uno de los camiones de Supertramp se había quedado atravesado en la misma carretera nevada que habíamos transitado la noche anterior, cabe suponer que por el exceso de nieve, y no había llegado a tiempo a Barcelona. Lo celebré en mi fuero interno, porque sólo quería dormir. Me fui a mi casa, y el resto de los miembros de grupo hizo lo mismo. Pep se marchó a Vic. Yo pasé diecisiete horas seguidas durmiendo de un tirón.
Al día siguiente me encontraba mucho mejor. Fui al Palacio de los Deportes y me reencontré con la banda. Bueno, con casi toda la banda: faltaba Pep. Según iba acercándose la hora de la prueba de sonido, nos íbamos poniendo nerviosos. Llamos a su casa en Vic, pero su madre nos dijo que había salido, que venía en tren. De hecho, nos dijo también que estaba nevando fuerte, lo que empezó a pintar un cuadro inquietante.
No hubo suerte con Pep. No vino, y tuvimos que improvisar un trío, a lo Police. Jaume Sitges intentó arreglar algo el desaguisado metiendo mi guitarra por la mitad de los canales de la mesa de mezclas, con la esperanza de que el sonido, procesado con distintos efectos, ecos, reverberaciones y demás, supliera los fondos armónicos que el teclado de Pep proporcionaba. Era complicado. Pep solía tocar la armonía y yo figuraciones rítmicas por encima. Sin armonía, mis adornos no tenían sentido. Tuve que improvisar una guitarra rítmica sencilla, y aun así cuando dejaba de tocar sentía que un ominoso silencio se adueñaba del recinto. Lo pasamos mal otra vez.
Me falta explicar qué ocurrió con Pep. Lo supe unos días después, cuando pude hablar otra vez con él. Como nos había dicho su madre, salió en tren por la mañana, con su teclado sintetizador. La nevada hizo que el tren se detuviera en el camino, cerca de Tona. Quedó inmovilizado, con todo el pasaje dentro. El interventor pidió un voluntario para ir a la estación de Vic a pedir ayuda, y Pep se ofreció. Pep es un tipo robusto, y supongo que por eso le comisionaron. Se puso el teclado al hombro y echó a caminar, con la nieve por las rodillas. Viendo que la situación era más complicada de lo que pensaba, se detuvo en una masía próxima para dejar allí el teclado, y continuó caminando por las vías en mitad de la ventisca.
Cuando Pep llegó a la estación de Vic, estaba medio congelado. Le metieron en una bañera de agua caliente y montaron el dispositivo de rescate. Él ya no se planteó bajar a Barcelona, visto el panorama. Como no tenía forma de ponerse en contacto con nosotros, no pudo avisarnos. De todos modos, aunque nos hubiera avisado no habría cambiado nada: habríamos tenido que tocar sin él, de todas formas.
El azar
De todas las peripecias que pasamos en aquella minigira, lo más impactante para mí es aquel sueño de nubes mientras atravesaba Soria. Pep dió con la tecla del éxito al año siguiente, formando el grupo Sau con Carles Sabater. Sau fue uno de los grupos principales del rock catalán de los ’90. Y crearon Boig per tu, su canción más popular, que ha sido un himno para una generación entera de catalanes, y que han interpretado también Shakira y Luz Casal, esta última en castellano. Por cierto, en los créditos de la versión de Luz Casal aparezco como coadaptador. Las vueltas que da la vida.
Sabiendo todo esto, comprenderéis que me de cierto vértigo pensar que, si no me hubiera despertado de aquel hermoso sueño de nubes, posiblemente todo habría sido distinto. Habríamos tenido un accidente. Igual habríamos muerto. Yo muerto no habría podido contaros todo esto. Y Pep Sala no habría formado Sau, ni escrito el Boig per tu, con lo que una generación de catalanes se habría quedado sin banda sonora y sin himno generacional.
Así que, ya sabéis, fans del rock catalán. Me debéis una.