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Cervantes dando estopa a Avellaneda

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Queridos seguidores y amigos, ya hemos empezado el segundo volumen de El Quijote. El tuit 8095 marcó el fin del primer libro, y el principio del segundo:

//platform.twitter.com/widgets.js  Y el prólogo empieza en el tuit 8188, una vez pasados los prolegómenos legales, la fe de erratas y la aprobación y el privilegio:  

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La dedicatoria, que en el primer volumen precede al prólogo, queda ahora en segundo lugar, urgente como le resulta a Cervantes defender su obra de los comentarios insultantes sobre él que el autor de una segunda parte de El Quijote había vertido en su libro.

Cervantes demuestra una meditada contención a la hora de referirse a Avellaneda, el autor del Quijote apócrifo. Por las palabras de Cervantes, parece que Avellaneda fue especialmente áspero y bravucón al referirse al autor del Quijote original, cosa que puedo entender perfectamente, ya que hoy día también se usa el trolleo para obtener relevancia social (y dónde más que en Twitter). En su papel de autor reputado y por tanto en otra dimensión de la discusión, mal que le pesase a su interlocutor, Cervantes prueba a ser un caballero y mantener trabada su ofendida dignidad de soldado, y de hecho lo consigue, al menos al principio: hay una queja doliente y digna sobre el reproche de ser viejo y manco. Me gusta mucho cómo se defiende de la acusación de vejez:

…como si hubiera sido en mi mano haber detenido el tiempo…

y más aún la defensa de su mano inútil, no viendo en ella más que un motivo de orgullo:

… como si mi manquedad hubiera nacido en alguna taberna, sino en la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros.

A mí me resulta entrañable el viejo soldado y su fiero orgullo que defiende sus heridas junto con las miserias a las que como soldado se ha visto abocado en su vida militar, pero que en ningún momento le hacen perder su convicción acerca de la rectitud de su actitud ante la vida:

El soldado más bien parece muerto en la batalla que libre en la fuga

Y a continuación afea a Avellaneda, con suma contención, que le acuse de envidioso, y le recuerda que él admira a Lope de Vega, y que Lope de Vega también consideraba buenas sus novelas. Tras contenerse durante dos páginas, por fin Cervantes no puede aguantarse más y le reprocha a Avellaneda que se presente

… encubriendo su nombre, fingiendo su patria, como si hubiera hecho alguna traición de lesa majestad.

Y usando dos pequeños cuentos, ridiculiza las pretensiones de Avellaneda de ser capaz de hacer un libro capaz de darle dinero y fama (comparándole con el loco que infla perros soplándoles por el culo) y le niega todo tipo de talento para escribir (con la otra historia del loco que se dedica a apedrear perros hasta que el dueño de uno le da una paliza). La asociación nada sutil de las figuras de perros y locos con la persona del autor del apócrifo es lo más cerca que Cervantes se pone de una agresión verbal. En estas historias usa todo su talento para el género picaresco, dejando patente la fiereza que se mantiene agazapada detrás del artificio de las letras: no quisiera yo haber estado en la piel de Avellaneda si se hubiera producido un encuentro frente a frente.

 

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Cervantes y la maldición de la bala

La batalla de Lepanto
La batalla de Lepanto (cuadro de Paolo Veronese)

El discurso sobre las letras y las armas es una larga perorata que Don Quijote pronuncia durante la cena que comparten todos los personajes que hay en ese momento en la venta. Ocupa el final del capítulo XXXVII y buena parte del XXXVIII. En él Don Quijote compara los méritos de la carrera de armas con la de las letras, expresando con vehemencia y aparato retórico su convicción de ser más alta y digna la primera que la segunda.

Para Don Quijote, el servicio de las armas no es solo una cuestión de fuerza, sino también de entendimiento, de voluntad y de valor. El hombre de armas tiene el deber de preservar la paz, requisito primero para que los hombres de letras puedan aplicarse a impartir justicia. Los estudiantes, con ser pobres y pasar hambre, siempre tienen un sitio en el que cobijarse; y, al final de sus desvelos, les espera un cargo desde el cual resarcirse de sus penurias. Al soldado, en cambio, sufriendo un rigor mayor, que implica frío, miedo y noches al raso, rara vez tiene otro premio que una herida o la muerte. Y, en el caso raro de la victoria, su premio se ha de detraer del de su señor y ser repartido con sus compañeros de armas, lo que hace esa compensación rara y escasa.

Cervantes pone en boca de Don Quijote una ardiente defensa del arte de las armas, tan apasionada que en algún momento deja de parecer la voz del personaje para convertirse inequívocamente en la del que fue un día militar. Así, explica con detalle de experto tanto la tarea del contraminado de los túneles de un enemigo que intenta vencer una muralla, con el terror de volar por los aires incluido, como la maniobra de abordaje en una batalla naval, todavía más extraña para Don Quijote. Este último escenario por fuerza habría de ser completamente ajeno al hidalgo de la Mancha, experto solo en los lances imaginarios de los libros de caballería.

Pero ése no es el caso de Miguel de Cervantes, curtido soldado que además acreditó un valiente comportamiento en la batalla de Lepanto, combatiendo a pesar de estar enfermo de calenturas y siendo herido en el pecho y la mano. Esta descripción que hace Don Quijote del abordaje no parece sino un recuerdo muy querido del propio Cervantes, que se entrega a su ensoñación a través de la voz de su personaje:

Y si éste parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventajas el de
embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales
enclavijadas y trabadas, no le queda al soldado más espacio del que concede
dos pies de tabla del espolón; y, con todo esto, viendo que tiene delante
de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan cuantos cañones de
artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una
lanza, y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los
profundos senos de Neptuno; y, con todo esto, con intrépido corazón,
llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta
arcabucería, y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario.

No parece aquí que hable el lunático caballero, sino el nostálgico soldado, al que le empuja el indisimulado orgullo de haber estado presente en la mayor batalla naval de todos los tiempos. La pasión de Cervantes es tanta que descuida incluso la redacción: repite dos veces la construcción “y con todo esto”, como si hubiera escrito esta parte de corrido, con el encendido ánimo del que recuerda los momentos más brillantes de su biografía. La repentina aparición del hombre real que era Cervantes en el trabajado artefacto de la ficción que es El Quijote es para mí una muestra de que este asunto del mayor mérito del ejercicio de las armas era algo más que una convicción: era una cuestión de honor, algo muy personal dentro del alma de Cervantes. Tanto es así, que el final del discurso de Don Quijote deriva hacia un tema que necesariamente tuvo que mortificar al Cervantes soldado: la existencia de la reciente tecnología del arma de fuego, que siega por igual la vida del hombre de mérito que la del cobarde. Aquí Don Quijote maldice esas nuevas armas, que permiten que un miserable arrebate la vida al más gallardo de los caballeros:

Bien hayan aquellos
benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos
endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí
que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención,
con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un
valeroso caballero, y que, sin saber cómo o por dónde, en la mitad del
coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una
desmandada bala, disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor
que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un
instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos.

Es fácil imaginar a Cervantes, el soldado, haciendo suyas esas palabras y resintiéndolas en el peso muerto de la mano que le quedó inútil a causa de un arcabuzazo. Aquella maldita bala que le seccionó un nervio y le impidió volver a usar la mano durante el resto de su vida. La impotencia de ver que ni el más valiente pecho es inmune a la desmandada bala, de la que no se sabe ni cómo ni por donde viene, mortifica profundamente al soldado y a su sentido del honor.

Después de esta disgresión del personaje, vuelve el Don Quijote que nos resulta familiar: aunque lamenta haberse hecho caballero andante en esta época en que puede morir por la furia de la pólvora y el plomo, reconoce que su misión, aunque más difícil, tiene un lado bueno:

Pero haga el
cielo lo que fuere servido, que tanto seré más estimado, si salgo con lo
que pretendo, cuanto a mayores peligros me he puesto que se pusieron los
caballeros andantes de los pasados siglos.

Es decir, que su mérito de caballero, si es que tiene el premio de la victoria, le hará mayor que a sus predecesores, que no tuvieron que enfrentarse a esa nueva tecnología de muerte que son las armas de fuego. Aquí tenemos de nuevo al animoso caballero, dispuesto a continuar su misión sin acobardarse por las renovadas dificultades que su época le presenta.

Me encanta Don Quijote.

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El curioso impertinente: una novela dentro de El Quijote

La novelita de El curioso impertinente aparece en el capítulo XXXIII del primer volumen de El Quijote y se extiende a lo largo de tres capítulos. Se trata de un libro que tiene el ventero de la venta donde se alojan Don Quijote y toda su compañía en el viaje de regreso de Sierra Morena, y que lee el cura a sus compañeros antes de irse a dormir, por tal de tener algo de solaz y sosiego después de un largo día de aventuras. Según leo en las notas de mi edición, es el único relato de El Quijote que no tiene algún tipo de vínculo argumental con el relato principal, sino que es completamente independiente.

FlorenciaLa historia transcurre en Florencia y trata de dos buenos amigos, Anselmo y Lotario, el primero de los cuales se casa con Camila, una buena muchacha de la ciudad. Lotario trata de distanciarse un poco del nuevo matrimonio, pero Anselmo no quiere renunciar a su amistad y lo hace huésped de su casa, procurando tenerle cerca todo el tiempo posible, a pesar de la resistencia de aquél.

La enfermiza obsesión de Anselmo

Anselmo entretanto desarrolla una terrible angustia: no está seguro de la virtud de Camila (“¿qué hay que agradecer que una mujer sea buena, si nadie le dice que sea mala?”), y desea tener alguna prueba fehaciente de la misma. Y para ello, recurre a Lotario, pidiéndole que requiebre a Camila para poner a prueba su virtud, y liberarse así de su propia zozobra.

Lotario argumenta desde el sentido común contra la ocurrencia de Anselmo, haciéndole ver que de su propuesta no puede obtenerse beneficio alguno, y que es tentar a la suerte con grandes opciones de perder en el envite (“Es de vidrio la mujer;/ pero no se ha de probar/ si se puede o no quebrar,/ porque todo podría ser”). Además, Lotario le hace ver el temor de que su propia honra quedará en entredicho, al verle Camila actuar de un modo tan fuera de norma.

Anselmo no se rinde, y apelando a su profunda amistad, le pide que lo haga él, antes que tenga que pedírselo a otra persona. Y le dice que no es necesario llevar la seducción a su extremo, que basta solicitarla “tierna y fingidamente”, en la confianza de que Camila “no ha de ser tan tierna que a los primeros encuentros dé con su honestidad por tierra”. Ante la determinación de su amigo, Lotario acepta, aunque decidido a encontrar la manera de satisfacer a su amigo sin perturbar a Camila.

Lotario finge acceder y acaba enamorado

Los siguientes día Anselmo se ausenta a propósito de casa para favorecer las maniobras de Lotario. Cuando vuelve a casa, Lotario le miente: le dice que le ha hablado a Camila sobre su belleza y ella no se ha inmutado ante sus requiebros. Y así, durante varios días, Anselmo se contenta, pero un día vuelven sus dudas y le pide a Lotario que pase a la acción. Le da dinero para comprarle alhajas, y le asegura que si aún resiste a la tentación, se dará por satisfecho.

En una de sus ausencias, Anselmo se esconde en una cámara contigua y descubre que Lotario le miente acerca de sus acercamientos a Camila. Lotario se siente deshonrado al verse cogido en mentira, y le promete molesto que a partir de ese momento actuará según el gusto de Anselmo, procurando seducir a su mujer. Anselmo, para facilitar las cosas, se inventa una ausencia de ocho días, ordenando, para aflicción de la honesta Camila, que Lotario se haga cargo de la casa durante ese tiempo.

Aquí los acontecimientos se precipitan. Lotario ve todos los días a Camila, honesta, hermosa, procurando su virtud, y no puede evitar sentir un amoroso acomodo en su corazón. “El provecho [de] las muchas virtudes de Camila… redundó más en daño de los dos”. La lealtad de Lotario se derrumba ante la hermosura y bondad de Camila y la ocasión que le proporciona el ignorante marido, y así al tercer día, Lotario se expone ante Camila con todas las razones de su recién descubierto amor, poniendo a la pobre mujer en estado de sorpresa tal que escribe inmediatamente una nota a su marido, quejándose de su ausencia y mencionando, aunque de forma elíptica, el comportamiento insólito de Lotario.

Lotario insiste, Camila se rinde

Anselmo, encantado de ver su proyecto en marcha, le ordena que se quede en casa, para consternación de Camila. Ésta empieza a lamentar haberle escrito, pensando que igual Lotario “había visto en ella alguna desenvoltura que le hubiese movido a no guardalle el decoro que debía”. Entretanto Lotario, desbocado ya de amor, sigue con su cerco, haciendo titubear la firmeza de Camila, y dando al fin al traste con ella: “dio al través con el recato de Camila y vino a triunfar de lo que menos se pensaba y más deseaba”. Lotario no le dice a Camila que todo es a petición de Anselmo, temeroso de perder un amor que ya no era requiebro vano.

Cuando Anselmo regresa, Lotario le miente de nuevo, elogiando la virtud de Camila, y rogándole que abandone definitivamente sus dudas y planes. Pero Anselmo aliviado y travieso, quiere seguir con el enredo un poco más, solo por diversión, y le propone que escriba unos sonetos en alabanza de una supuesta dama de Lotario, con la idea de hacer creer a Camila que éste está enamorado en realidad de otra persona. Entretanto, Camila se disculpa ante Anselmo por haber malinterpretado la conducta de Lotario, a lo que este replica que Lotario tiene otra amada, a la que escribe versos.

Lo que Anselmo no sabe es que Camila ya ha sido advertido por Lotario, que a la sazón es su amante, de que los amores que Anselmo ha mencionado son fingidos, y que en realidad los sonetos son para ella. De esa forma, Lotario evita que Camila se desespere de celos al escucharlos durante una sobremesa. Así se da la curiosa circunstancia de que Lotario enamora a Camila, Camila se enamora de Lotario, y Anselmo sigue el cuento a ambos en la creencia de que ninguno de los dos hace lo que realmente está haciendo.

“Con esto, todos los escalones que Camila bajaba hacia el centro de su menosprecio, los subía, en la opinión de su marido, hacia la cumbre de la virtud y la buena fama”.

En esto aparece Leonela, la doncella de Camila, que también tiene un amante, y alivia los remordimientos de Camila diciéndole que no es culpa suya, que el amor actúa donde encuentra ocasión y no hay fuerza que se le resista. Además, Lotario es un buen enamorado, con virtudes que copan todo el abecedario (“Agradecido, Bueno, Caballero,…”).

La perspicaz Camila aprecia el apoyo de Leonela, pero teme que la confidencia acabe debilitando su autoridad (“los descuidos de las señoras quitan la vergüenza a las criadas”), como así acaba sucediendo. Leonela toma la confianza de meter a su mozo en la casa, y Camila no puede hacer otra cosa que transigir y rogarle que lo ocultara para que no fuera descubierto por su marido.

Lotario confiesa ante Anselmo por celos

En una de esas ocasiones, Lotario descubre al galán, y le falta tiempo para creer que Camila le es infiel (“creyó que Camila, de la misma forma que había sido fácil y ligera con él, lo era con otro”). Ciego de celosa rabia, resuelve confesar a Anselmo la verdadera historia de la seducción de Camila (“la fortaleza de Camila está ya rendida y sujeta a todo aquello que yo quisiere hacer de ella”). Le dice además que si no le ha dicho nada antes era por ver si ella se manifestaba con Anselmo para defender su virtud, pero que a la vista de su silencio ha decidido sincerarse con él. Para confirmárselo, le pide que finja otra ausencia y se esconda en una estancia contigua para comprobar por sí mismo la veracidad de sus palabras.

Tras hablar con Anselmo, Lotario se arrepiente. Podía haber vengado sus celos directamente con Camila, sin hacer pasar a Anselmo por el oprobio de su confesión. Decide contárselo todo a Camila, por ver de encontrar una forma de enderezar el entuerto. Camila, por su parte, le explica afligida su incómoda situación con Leonela y su amante. Entonces Lotario le explica lo que ha dicho a Anselmo, con lo que la pobre Camila queda espantada, pero capaz aún de inventar una estrategia con la que salvaguardar su honra.

Camila organiza una escenografía para Anselmo

Y la estrategia es montar un teatrillo con la ayuda de Leonela. Mientras Anselmo espía oculto, Camila manifiesta su arrepentimiento a Leonela, y le dice que pretende darse muerte (y matar al mismísimo Lotario) con una daga antes que ceder definitivamente a sus acometidas amorosas. Leonela sale entonces a buscar a Lotario y Camila expresa en un monólogo sus intenciones, a sabiendas de que Anselmo las escuchará. Y Anselmo, maravillado, medita si salir de su escondite antes de que llegue Lotario, no vaya a ser que las intenciones criminales de Camila lleguen a mal fin.

En esas cavilaciones está Anselmo cuando vuelve Leonela con Lotario. Camila interpreta para el oculto Anselmo una escena de reproche a las pretensiones amorosas de Lotario, mostrándose dispuesta a quitarse la vida antes que consentirlas. A esto añade su deseo de matar a Lotario en la misma acción. Hay un forcejeo y al final Camila se hiere exprofeso con la daga, mientras Lotario, admirado de su temple, hace que huye aturdido. Anselmo va al encuentro de Lotario, con el que se muestra exultante por la demostración virtuosa de su mujer, mientras aquél, sabedor del completo engaño de su amigo, es incapaz de alegrarse con él.

Desenlace trágico de la historia

La narración hace una pausa al principio del capítulo XXXV, puesto que Don Quijote ha despertado y ha acuchillado todas las botas de vino que hay en su estancia, creyendo estar en presencia del gigante del reino de Micomicón. Tras la desesperación de la ventera, y la intervención del cura, prometiendo la restitución del daño, se vuelve a lectura de la novela, que llega así a su conclusión.

La vida de Anselmo transcurre feliz, mientras Camila pone pública mala cara a Lotario para evitar toda sospecha de Anselmo acerca de su furtiva relación. Hasta que una noche Anselmo sorprende al amante de Leonela saltando de la casa, y ante la furia de Anselmo y su amenaza de matarla, promete ella decirle cosas más importantes al día siguiente. Vuelve Anselmo a su aposento y le cuenta la historia a Camila, que cae en el pánico ante la perspectiva de ser puesta en evidencia por Leonela. En cuanto Anselmo duerme, ella hace acopio de joyas y dinero y huye en busca de Lotario.

Lotario, sorprendido por el curso de los acontecimientos, no cavila más que llevar a Camila al monasterio que rije una hermana suya, y a su vez decide marchar de la ciudad. A la mañana, Leonela ha huido de su encierro, y Anselmo comprueba que ni Camila ni Lotario aparecen por lugar alguno. Abatido, decide irse al pueblo de un amigo, aquél donde se guardó para dar tiempo a Lotario de completar la seducción de Camila. En una parada del camino, un viajero que viene de Florencia le da noticias de lo ocurrido: Leonela ha confesado al gobernador que Lotario y Camila han huido juntos. Las noticias acaban de abatir a Anselmo, que llega al pueblo ya herido de muerte en su aflicción, muriendo esa misma noche de pena en la casa de su amigo.

Camila, en el convento, acaba sabiendo que Lotario ha muerto en una batalla, lo que termina por acelerar el fin de sus días, triste y melancólica.

Y así termina la novela, con todos sus protagonistas muertos.

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El Quijote, Auster y Chaplin

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Entregado como estoy a la tutela y lectura de El Quijote en su versión para Twitter, de tanto en tanto se me ocurren asociaciones de ideas entre este texto y otras obras a primera vista remotas. La lenta lectura da tiempo para reflexionar sobre esas ideas y he pensado en dejar aquí esas reflexiones para hacer un poco de sitio en este abigarrado desván que es mi cerebro.

Paul Auster fue uno de los últimos escritores que despertó en mí un intenso interés. Durante unos meses leí una tras otra todas sus novelas. Tengo cinco libros suyos en casa. Debo decir que de joven leía indiscriminadamente y a peso, pero el paso de los años ha menguado mi vitalidad lectora. Por eso agradezco mucho cuando aparece un autor que me apasiona de nuevo. Y Auster pertenece a esta categoría.

Pensé en Auster al leer el capítulo IX, donde se narra el hallazgo del manuscrito arábigo con la continuación de las aventuras de El Quijote. La secuencia desde el tuit 831 me recordó vivamente tanto el estilo dinámico de Auster como el giro argumental que tan a menudo aparece en sus novelas.

En una novela de Auster, no recuerdo cuál, el protagonista, huyendo de su pasado, llega a una ciudad del medio Oeste donde se hace amigo de un solitario empleado negro de ferrocarriles, y éste le aloja en una especie de sótano o refugio nuclear donde por una fatalidad se le cierra la trampilla de acceso, quedando sin posibilidad alguna de salir. Entretanto, el empleado negro sufre un ataque cardíaco y muere repentinamente, de modo que desaparecen de pronto todas las posibilidades de salir del sótano.

Esta situación me desazonó profundamente, porque me puse en la piel de Auster y pensé en el mal rato que debió pasar al encontrarse en semejante embarazo argumental. ¿Y el protagonista? ¿Qué iba a pasar con él?

Pero Auster no es un escritor cualquiera, y la situación cambia de pronto cuando la historia que uno seguía como real se convierte en un manuscrito inacabado en una carpeta que lleva otra persona, que se convierte en nuevo protagonista de la historia.

Barrunté que Auster tenía muy presente a El Quijote en su obra, y buscando información al respecto resultó que sí, que Auster admiraba profundamente la obra de Cervantes.

La asociación con Chaplin es más ligera. De joven veía en televisión los cortos de Charlot. Los daban los sábados por la tarde, si no recuerdo mal. Los golpes y patadas al culo y carreras de aquellas películas me vinieron a la mente al leer el capítulo XV, donde una incursión amorosa de Rocinante acaba con una monumental paliza (que no es la primera) para nuestros protagonistas.

Esa reiteración en las golpizas me trajo a la mente las locas carreras y golpes de las películas de Charlot. Volví a indagar sobre esta relación y encontré que Chaplin también admiraba la obra de Cervantes. De hecho, hay algo del irreductible idealismo de El Quijote en Charlot, empeñados ambos en mantenerse fieles a su visión del mundo a pesar de todas las adversidades.

(Origen de las fotos: Chaplin, Quijote de Orson Welles, Auster)

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EQ17KT llega al tuit número 1000

Para las personas anuméricas, que somos la inmensa mayoría, las cifras singulares tienen una significación especial, igual que para los reyes cruzados los símbolos que creían ver en las nubes del cielo y que eran augurio de éxito en las batallas.

Ya en el caso concreto de EQ17KT, he explicado varias veces que si en el proceso de troceado de El Quijote no me hubiera cruzado con ese número exacto de tuits, 17000, quizás no hubiera sentido el impulso definitivo para poner este proyecto en marcha.

Sirva esta introducción para dar noticia del paso de EQ17KT por el tuit número 1000, que se produjo a las 20:00 (hora española) del día 7 de octubre de 2014. Efeméride que duró poco, ya que a las 20:05 aparecía el tuit 1001: la maquinaria del servidor, numérica ella, no se sintió especialmente impresionada y siguió impasible con su doble entrega.

Confieso que el tuit 1000 estaba previsto para cuatro horas antes, a las 16:00. Esta previsión se frustró por un fallo en la base de datos del servidor, que estuvo inaccesible de madrugada, desde las 2:00 hasta las 5:00. No es la primera vez que hay problemas técnicos, pero sí la primera que me pillan en las horas que dedico al sueño.

Las otras dos veces que el sistema falló (en una ocasión por la base de datos, en otra por una actualización defectuosa de Twitter), me di cuenta y mandé los tuits a mano, aunque con unos minutos de retraso. En esta ocasión no pudo ser. Me ahorré la angustia de verme tuiteando todo el Quijote a mano los dos próximos años, pero al mismo tiempo perdí cuatro tuits de una secuencia que quiero que sea lo más regular posible.

Bueno, con mis disculpas por delante, me veo inclinado a recuperar el tiempo perdido y creo que enviaré a mano esos cuatro tuits, a modo de penitencia. ¿Qué más cosas pueden pasar, si uno se congracia con el Cielo?

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¿Por qué tuitear El Quijote?

Cómo empieza todo.

El 23 de agosto de 2014, en el curso del tercer día de una febrada horrible, me distraía en Twitter publicando tuits deprimentes cuando de pronto me sorprendí a mí mismo con este tuit nostálgico:

//platform.twitter.com/widgets.js¡Guau! ¡Twitter en los tiempos de Víctor Hugo! Me fascinan esas ucronías: El papa Urbano segundo publicando en su Facebook la convocatoria para la Primera Cruzada. Dostoyevsky blogueando El Jugador cada noche desde Baden-Baden. Cervantes persiguiendo la fama en Twitter, desesperado por superar en seguidores a Lope de Vega… Y enseguida, siguiendo con la broma, escribí los dos últimos tuits de esa hipotética edición tuitera:  

//platform.twitter.com/widgets.js

//platform.twitter.com/widgets.jsTengo ya la edad del Quijote, pero pero conservo el hábito de hacer estimaciones que adquirí­ de joven, así que durante un rato calculé lo que se tardaría en tuitear El Quijote:

//platform.twitter.com/widgets.js

Esto último era una baladronada. Todavía no tenía el troceador de textos, pero sabía como hacerlo. Dejé el tema ya de madrugada, pero estoy seguro de que durante el sueño estuve dándole vueltas a esta último tuit:

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A pesar del tono burlón, en el fondo es una tesis seria: debe haber alguna forma de acercar la gran cultura a las personas que viven en el mundo virtual. El problema es no saber cómo hacerlo.

Y por qué.

La razón primera es hacer algo que nadie ha hecho antes, y que en primera instancia parece un sinsentido. Visto así, lo que me gusta es la propia naturaleza de locura quijotesca que tiene la idea.

Luego ya se van encontrando razones plausibles:

  • la efeméride próxima del 400 aniversario de la muerte de Cervantes.
  • la curiosidad por ver la respuesta de Internet ante la propuesta.
  • el desafío técnico de programarlo todo.

Me gusta pensar que cada cual encontrará la forma de dejarse acompañar por El Quijote durante este tiempo. Algunos aceptarán la lentitud de la propuesta, y saborearán las palabras encontrando bellezas que quizás pasaron desapercibidas.

Otros se acercarán al libro para sortear su impaciencia, y al día siguiente reconocerán lo leído como se reconoce a un viejo amigo. Otros más intertextualizarán, al estilo de Internet, comentando palabras, buscando en Google o en la Wikipedia el sentido de algunas cosas.

Y seguro que hay maneras de usar esta propuesta que no llego a imaginar. En todo caso, mi obra ahora también pertenece al mundo, y es un alivio dejarla marchar y que se someta por sí misma al juicio de la gente.

Publicado en Libertad Digital, el 12 de septiembre de 2014

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Por qué EQ17KT es como es

¿Por qué hay que leer de abajo arriba?

Pues porque Twitter publica los tuits en orden cronológico inverso: los más recientes aparecen primero, desplazando a los anteriores hacia abajo. Para visualizar en orden cronológico creciente, podría publicar los tuits de EQ17KT al revés. Así el orden aparente sería el natural, pero tendría que empezar a publicar por el final, y terminar con el famoso “En un lugar de La Mancha…” del inicio. No se podría leer el texto completo hasta haber publicado el último tuit, que a la sazón sería el primero, cuando el plan era, por el contrario, publicarlo por entregas sucesivas para poder leerlo desde el principio.

¿Por qué no quitas los encabezados?

Los encabezados (QUIJOTE nnn) los puse para que fuera más fácil distinguir los tuits en una línea de tiempo con muchos mensajes. El número me pareció importante para identificar tuits consecutivos, porque algunas veces el API de Twitter se salta algunos tuits y uno termina devanándose los sesos tratando de casar dos tuits, cuando resulta que es Twitter el que se ha saltado alguno intermedio.

Otra razón para no cambiar ahora es que, a la hora de calcular cuántos tuits tiene El Quijote, estos encabezados formaban parte del cálculo, y por tanto suprimirlos también cambiaría el número de tuits resultantes. Y, qué queréis que os diga, yo ya estoy encariñado con el 17000, el número mágico.

¿Por qué cortas las frases un poco así?

Porque el algoritmo es especialmente simple, como corresponde a lo que se desarrolla deprisa y corriendo, con fiebre y hecho un trapo. Lo que hice fue tomar bloques de 180 caracteres e ir eliminando palabras por el final, hasta tener menos de 140. Así no hay mucha garantía de completitud sintáctica, realmente. Con todo, en algunas ocasiones los tuits acaban bien; en esos casos uno celebra especialmente la circunstancia, cosa que no ocurriría si el algoritmo fuera más listo. En este caso asumiríamos que acierta siempre y lo que tendríamos es decepción en los contados casos que no.

Para la segunda edición, me he prometido hacer un algoritmo más inteligente, al que poder criticar con liberalidad y no tratar con indulgencia, como a éste.

¿Cómo leerías tú EQ17KT?

Yo tengo habilitadas las notificaciones de Twitter para el usuario @elquijote1605, de modo que cuando publico un tuit el móvil me avisa. A mí me va bien porque así puedo verificar que la máquina trabaja correctamente, pero admito que es un tanto paranoico para una persona normal.

Quizás es más sano verlo pasar por la línea de tiempo de una forma casual, y, si el tiempo lo permite, ir a los tuits de @elquijote1605 para ver los anteriores y poner el tuit en contexto. Y luego, en un momento más tranquilo, ir a http://protopol.com/quijote17000 para ver lo publicado durante el día. En esta página se puede leer secuencialmente y acceder a cada tuit original (basta pulsar en el número pequeño al principio de cada uno) para certificar que el tuit se publicó.

Termino poniéndome un poco lírico: leer la página tranquilamente, saborearla, y esperar al día de mañana, sin dejar que a uno las prisas le afanen, es un pequeño lujo en estos tiempos de premura. Y con la intención de disfrutarlo es que andamos publicando esta versión de El Quijote en Twitter.

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El Quijote en 17000 tuits: detalles técnicos

Desde el 1 de septiembre de 2014 estoy publicando las dos partes de El Quijote en Twitter. En este artículo explico algunos detalles técnicos para aquellos que se han interesado.

La fuente

Para calcular cuántos tuits serían necesarios, me descargué el texto digitalizado desde el Proyecto Gutemberg y eliminé los avisos legales del inicio y el final. También eliminé el prólogo de Cervantes y los sonetos para poder empezar con el famoso “En un lugar de La Mancha…”. Ahora creo que hubiera sido mejor respetarlos, pero es ya una decisión irreversible. Con estos ajustes, el texto tiene 2.151.251 caracteres.

El troceado

El troceado de El Quijote en tuits lo hice mediante un algoritmo que está explicado aquí. La idea es tomar unos 180 caracteres cada vez e ir eliminando palabras enteras hasta que el resto no supere los 140 caracteres disponibles en un tuit. El hecho de que saliera un número redondo de tuits, 17000, tuvo mucho peso en la decisión de tirar adelante el proyecto. Los matemáticos saben que un número no tiene una significación distinta de otro, pero el hombre común sí que siente la fascinación de los números singulares.

La tasa

El cálculo de la tasa de tuits por día producía un valor de 28’45, y por eso en un primer momento opté por enviar un tuit por hora, a sabiendas de que se produciría un desfase progresivo. La solución era publicar al doble de velocidad los tres últimos meses. Más tarde he pensado que tres meses a tuit cada media hora es un poco excesivo, incluso para quien haya tenido la paciencia de llegar hasta ahí, y ahora lo que hago es añadir esos cuatro tuits diarios de más como repicón (a las 8:05, 12:05, 16:05 y 20:05 horas). Cada dos días añado un tuit a medianoche (a las 00:05 horas) para cubrir esos 0’45 tuits diarios que restan. Con el tiempo este último tuit desaparecerá.

La infrastructura

Toda la aplicación está alojada en un servidor de Arvixe, un proveedor que me recomendó un amigo. Es económico y permite programar en PHP y Python, aunque el soporte para éste último lo he tenido que configurar yo para trabajar con la versión 3.4. El coste es de unos 74€ por dos años.

El sistema se sustenta sobre dos tablas MySQL, una que contiene todos los tuits y otra que registra los tuits que se han publicado ya. Un programador de tareas (el cron de Linux) se encarga del envío periódico. Todos los scripts se escribieron en Python, un lenguaje de programación que recomiendo por lo simpático que es en comparación a otros que he conocido. A pesar de su simplicidad aparente, es un lenguaje potente, y sobre todo, tiene una amplia colección de librerías, como por ejemplo la que permite publicar en Twitter.

Vínculos

Perfil de ElQuijoteEn17000Tuits en Twitter.

Página con lo publicado hasta hoy.

Y eso es todo. Si queréis más precisiones, aquí tenéis los comentarios o podéis recurrir al correo. También me podéis encontrar en mi otra cuenta de Twitter. Saludos a todos!

 

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El Quijote Python Twitter

Tuitear El Quijote!

[code language=”python”]
import re
import codecs

LIBRO = ‘QUIJOTE’
num_tweet = 1
PATRON = ‘(W)’
LONGITUD_FRAGMENTO = 180
LONGITUD_TWEET = 140
CABECERA = ‘{libro} {num_tweet}. ‘

## Cargo el texto. El original en
## http://www.gutenberg.org/files/2000/old/2donq10.txt
## He suprimido los encabezados, incluyendo el prólogo
## de Cervantes y los sonetos, para empezar por el
## emblemático ‘En un lugar de La Mancha…’ —-
fichero = codecs.open(‘quijote.txt’, ‘r’, ‘utf-8’)
quijote = fichero.read()
fichero.close()

## En este algoritmo, el texto se va recortando por
## su principio según se va usando —-
while quijote:

## Se toman 180 caracteres, que sobren, para recortar —-
quijote_fragmento = quijote[:LONGITUD_FRAGMENTO]

## La cabecera es ‘QUIJOTE 125. ‘, por ejemplo —-
cabecera = CABECERA.format(libro=LIBRO, num_tweet=num_tweet)
longitud_cabecera = len(cabecera)

## Esto serán los caracteres disponibles para tuitear —-
longitud_disponible = LONGITUD_TWEET – longitud_cabecera

## Aquí troceamos por palabras. Si la plantilla incluye
## paréntesis en los grupos de captura, también se guardan
## los separadores. Ver documentación Python:
## https://docs.python.org/3.4/library/re.html —-
pedazos_fragmento = re.split(PATRON, quijote_fragmento)

## Tomamos los, digamos, 20 fragmentos, y vamos quitando
## del final (19, 18…), hasta que el número de caracteres
## que quedan encajan en el espacio disponible —-
for i in range(len(pedazos_fragmento), 0, -1):

tweet_menguante = ”.join(pedazos_fragmento[:i])

if len(tweet_menguante) <= longitud_disponible:
## Cuando ya cabe, unimos cabecera y cuerpo y listo —-
tweet = cabecera + tweet_menguante
num_tweet += 1
quijote = quijote.replace(tweet_menguante, ”, 1)

## Ya podemos salir del bucle de trozos menguantes —-
break

## Aquí imprimimos el tuit, o lo guardamos en una base de datos
## para usarlos ya pretroceados más adelante —-
#print(tweet)
if num_tweet % 100 == 0: print(num_tweet)

[/code]