Los legos en materia judicial tenemos que buscar analogías, metáforas y parábolas para entender qué pasa con la Justicia, ya que si nos sometemos al lenguaje arcano de la judicatura nos perdemos enseguida en su laberinto formal.
Buf. Perdón. Me ha salido una jerga pseudojurídica, qué gracia.
Lo intento de nuevo:
La gente corriente no entiende nada de lo que dicen los profesionales de la Justicia. Hablan raro, y escriben más raro aún. Así que, en un afán didáctico, he pensado hablar de fútbol, que es algo a lo que sí llegamos todos. Quien no guste del fútbol, que piense en baloncesto, servirá igual. Empiezo:
Digan lo que digan, lo importante de un partido es ganar. Nadie se acuerda del subcampeón, por más que insista en que lo importante es participar. En España hay un equipo poderoso, el Real Corruptivo F.C., pongamos por caso. Está formado por verdaderos cracks y suele ganar la mayoría de los partidos.
Pero, con todo, hay partidos que se pierden. Y los aficionados, esto lo llevan mal. Querrían que se ganaran todos. Pero para ganar los partidos, hay que jugarlos: hay que tener un campo, un adversario, un árbitro, un reglamento. Otra cosa ya no sería fútbol. Así que, manteniendo todos esos elementos formales, se trata de buscar estrategias sutiles que obren a favor del Real Corruptivo F.C.. Veamos cómo:
- El campo. El campo se puede convertir en un patatal, que haga imposible el juego de los mejores jugadores contrarios. Una forma de convertir la Justicia en un patatal es no darle suficientes recursos para mantener el césped impecable. Por eso los juzgados acumulan legajos en los pasillos y no tienen suficiente personal para sacar adelante su carga de trabajo. Por eso tampoco se dedica dinero a la modernización de la Justicia, ya saben, los ordenadores y todo eso.
Defensa: podemos insistir en que no hay dinero para abordar una modernización de la Justicia (pero sí para soterrar la M30)
- El adversario. Hay equipos con jugadores muy buenos, pero que juegan en ligas muy modestas. Es un sofoco que un equipo del nivel del Real Corruptivo F.C. pueda perder un partido contra un equipillo de Tercera Regional, pero puede arreglarse esto dificultando el acceso de los equipos modestos a la Liga Grande: basta establecer unas cuotas de inscripción que les resulten inaccesibles. Eso es lo que llamaríamos Tasas Judiciales. Si para entrar en pleitos hay que pagar centenares de euros, una buena cantidad de ciudadanos no podrán defenderse de una injusticia. Además, se da el caso de que las empresas pueden deducirse las tasas, y los particulares no. Es como decir que al equipo más poderoso se le permite pagar con su mero prestigio, mientras el pobre paga a tocateja.
Defensa: con las tasas que recaudemos, mejoraremos la justicia gratuita (no hacía falta, ya era una buena idea que fuera toda gratuita anteriormente).
- El árbitro. A los árbitros se les puede comprar, pero esto es poco sutil, porque les deja demasiado en evidencia durante el transcurso del partido. Menos evidente y sin embargo igual de efectivo es recurrir al miedo o a la ambición del juez, cualidades ambas que todo ser humano posee en alguna medida. A un árbitro se le puede insinuar que puede que éste puede ser el último partido que arbitre, o anticiparle un futuro brillante en forma de ascenso a la Champions League. En el caso de los jueces, la carrera de jueces que han arbitrado partidos especiamente difíciles ha terminado de forma abrupta. A otros se les premia su buen comportamiento mediante nombramientos al Tribunal Constitucional o al Supremo, donde rige un sistema de cuotas partidarias y un criterio de elección discrecional. (Uy, se me riza el lenguaje de nuevo. Vamos a alisarlo otra vez).
Defensa: como la Justicia es muy técnica, y se goza de su lenguaje barroco, es fácil encontrar una forma de ofuscar el discurso de forma que nadie entienda por qué se recusa a tal juez, por qué tales pruebas no son válidas, por qué este defecto de forma o esta petición fuera de plazo.
- Los jueces de línea. Los jueces de línea, o sea los fiscales, deben ayudar al juez a impartir justicia, observando las jugadas desde otro punto de vista que al árbitro se le escapa. Se les presupone la misma imparcialidad. Pero, en este campeonato imaginario, resulta que los jueces de línea, digo los fiscales, dependen directamente del Ministerio de Justicia. Es más fácil modularlos, en caso necesario, apelando a la obediencia debida. Y aún nos queda el miedo y la ambición, como con los jueces. En el caso de partidos difíciles, como el de la Infanta o el de la Gürtel, siempre se puede recurrir a ese fuera de juego dudoso o a esa expulsión por agresión que sólo el línea pudo ver. Esta línea es prometedora, no en vano el ministro tiene el plan de que los fiscales puedan instruir una causa, en lugar de hacerlo un juez. Con esto, en última instancia, nos podríamos ahorrar el árbitro.
Defensa: los fiscales son independientes y se limitan a aplicar la legalidad. Que parezca que algunos son más defensores que fiscales es sólo por la ignorancia de los legos en la materia. Que otros miembros del ámbito judicial se hagan cruces es por puro forofismo.
- El reglamento. Con los recursos anteriores, ya pasará pocas veces, pero puede darse el caso de que el Real Corruptivo F.C. pierda un partido porque… bueno, por mala suerte: árbitros y jueces imparciales, un equipo contrario bien organizado, un campo que estaba en mejor estado de lo habitual. Para conjurar esta posibilidad, podríamos modificar el reglamento, de modo que, por ejemplo, para un equipo el fuera de juego no existiera, y para el otro sí. Quizás en fútbol esto canta demasiado, pero ya hemos dicho que el mundo judicial es proceloso y es fácil hacer que no se entienda nada. Se trata de modificar las leyes para que gane la banca (vaya, que metáfora tan poco metafórica). Ahí están las leyes contra las energías renovables, que benefician a las eléctricas, por decir algo que se me acaba de ocurrir. O el recurso contra el decreto antidesahucio de la Junta de Andalucía. O la futura ley de Seguridad Ciudadana, que reprime al rival exageradamente si insulta o hace una entrada fuerte a los nuestros. En resumen: si las leyes molestan, se cambian y ya está.
Defensa: Legislar es complejo. Gobernar es repartir dolor. Y déjeme en paz que hoy no estoy de humor para nada.
- El cuarto poder: O sea, los medios, la prensa. Puede que el partido haya sido un escándalo, que se haya visto que el juez y los líneas estaban comprados, que se ha expulsado a medio equipo rival por naderías, el caso es que se ganó el partido y lo único que se necesita es que la crónica esté bien redactada: que pase por alto los elementos polémicos e incidan en lo positivo. Por ejemplo, si el público abucheó al árbitro, se puede decir que hacía mucho viento. Si ganamos con un gol marcado con la mano, se puede expresar admiración por la habilidad del delantero. Tener profesionales con este don para la comunicación es una necesidad, y cuando estos profesionales necesitan el dinero para alimentar a sus churumbeles, la necesidad se vuelve virtud. Además, será por dinero, como recordarán sonriendo los directivos del Real Corruptivo F.C.
Defensa: El partido ha sido limpio, todo el mundo lo ha visto. Lo dicen los telediarios y las ediciones de los periódicos. Quien no lo vea es un conspiranoico que no merece crédito.
Para terminar. La pregunta sería: si todo está tan amañado ¿por qué seguimos jugando estos partidos? La respuesta da un poco de repelús: porque no nos queda otro remedio. Si un día se acabara el fútbol, la vida sería de una monotonía insoportable. Y si el Real Corruptivo F.C. no encuentra oposición, ese día estará a la vuelta de la esquina.
2 replies on “La Justicia vista como un partido de fútbol”
Bravo. Me ha encantado.
Acabo de advertir que falta un punto en este listado: el rearbitraje. Cuando a un partido que se perdió se le cambia el resultado en virtud del “interés general”. En nuestra analogía ése sería el caso de los indultos que silenciosamente suelen enderezar los casos más tuertos y desfavorables. Igual lo añado otro día.