Lo he pensado mucho. He valorado pros y contras, y al final mi genuino interés por el bien de España ha pesado más que el riesgo de exponerse a una mofa irreflexiva por parte del publico. Así que aquí va: una lista de razones por las que habría que apoyar a Conchita Wurst como aspirante al trono de España.
Porque es de la casa de Austria.
En Catalunya la entronización de Conchita I será recibida con agrado e incluso con fervor. No se olvide que los catalanes están celebrando el tricentenario de 1714, año en que las tesis austracistas defendidas por los catalanes fueron derrotadas por las armas borbónicas. Sería un broche de oro a este año de celebraciones y reivindicaciones que un Austria sucediera al Borbón, recuperando una legitimidad monárquica bien antigua.
Cabe objetar, en plan purista, que Conchita Wurst no es un auténtico Habsburgo. A falta de análisis de ADN u otras pruebas documentales, podemos suponer que, si no es descendiente directa, algo de sangre Habsburgo debe, por lógica, tener. Los monarcas de todas las estirpes han tenido siempre una tendencia natural a sembrar su superioridad biológica entre el pueblo llano, y el caso de Conchita de Habsburgo no deberías ser excepción.
Porque tiene experiencia en labores de representación.
Nada menos objetable que el saber estar de Conchita Wurst en el ámbito de la representación pública, dado su reciente éxito en un escenario tan exigente como el Festival de Eurovisión. No es fácil triunfar en Eurovisión, y menos con una propuesta tan arriesgada como la suya. Imaginemos a Conchita I de España en el estrado de las Naciones Unidas, hipnotizando con su saber estar a líderes de todo el orbe.
A la objeción de su escaso dominio del español, cabe replicar que jamás un rey español tuvo dificultad alguna por no poder expresarse correctamente en la lengua de Cervantes. Juan Carlos I, por no ir muy lejos, tenía un acento raro cuando lo entronizaron. Y jamás se ha llevado bien con la erre. Por no mencionar a Sofía de Grecia, que con los años que lleva aquí todavía habla con un rematado deje extranjero.
Porque tiene el glamour de lady Di.
Aunque un rey con impecable terno gris o vestido de capitán general tiene un innegable interés fotográfico, no podría competir con la fantasía y elegancia natural de los modelos femeninos que Conchita I podría lucir en multitud de ocasiones públicas. La expectación creada por sus apariciones sería un impagable altavoz mediático para la marca España. El esperado reportaje de verano de Hola! o Semana, en los jardines de la Zarzuela, marcaría tendencia en la moda, y serviría para publicitar el talento de los diseñadores españoles por todo el mundo.
Porque canta muy bien.
Avalada por su éxito eurovisivo, cabe suponer que Conchita I saldría naturalmente airosa de esas situaciones enojosas en las que a veces se ve envuelta la Monarquía. Meeteduras de pata como safaris africanos, queridas secretas o chanchuchos con dudosos empresarios o jeques amigos. Esas cantadas de la monarquía serían entonadas brillantemente por la monarca, convirtiéndolas en argumentos positivos en favor del país.
En resumen, si España se empecina en tener rey, si el famoso referéndum se celebra y, como es natural, la reticente mayoría silenciosa se resiste a experimentar nuevas formas de gobierno, lo siguiente sería proponer una terna de candidatos para la corona. Y Conchita Wurst debería ser uno de ellos. Posiblemente el tercero debería ser Pablo Iglesias, aunque difícilmente estaría tan acreditado como Conchita, tal como he tratado de demostrar en estas líneas.