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Política

Viaje al cerebro de Mariano Rajoy

cerebro rajoy

Hola, les hablo desde el cerebro de Mariano Rajoy en este día especial de su sexagésimo aniversario.Hoy voy a tratar de discernir para ustedes algunas de las interioridades de su pensamiento. Desde DENTRO.

Existe un estado de opinión generalizado que afirma que Rajoy es un ser absolutamente impenetrable, que filtra su pensamiento con cuentagotas y siempre en unas condiciones controladas que restringen severamente la capacidad de matización por parte de sus interlocutores. Pues bien, nuestro objetivo hoy es acceder de primera mano al esquivo pensamiento del líder, y qué mejor manera para lograrlo que acceder in situ a su materia gris y documentarnos sin intermediarios, con rigor e imparcialidad, en cada una de las circunvoluciones de su cerebro.

Rajoy niño
Rajoy niño

Guarda Mariano un recuerdo remoto de su abuelo Enrique, al que perdió cuando tenía once años. El abuelo era jurista, como su padre. En los años treinta, el abuelo Enrique fue impulsor y protagonista de la redacción del Estatuto de Autonomía de Galicia. Cuando el otro gallego ganó su guerra contra la República, el abuelo fue represaliado, aunque se le perdonó unos años más tarde. En la mente de Mariano se graba una sólida directriz: no es buena idea significarse políticamente. A quien levanta la cabeza se le acaba rebanando el cuello. La imprudencia política del abuelo fue su perdición, y las sucesivas generaciones de los Rajoy no volverían a cometer ese error.

El influjo del padre de Rajoy queda bien grabado en la mente del joven. De ese ascendente es prueba el hecho de que hoy día el anciano padre todavía convive con el presidente en La Moncloa. Rajoy padre vivió una vida sustancialmente diferente de la del abuelo: fue jurista también pero no tuvo una palabra más alta que otra en relación al régimen político en el que desarrolló su carrera profesional. El joven Rajoy hizo una regla de tres a partir de las vidas de su padre y su abuelo y sus respectivas consecuencias y llego a una conclusión diáfana: las cosas es mejor dejarlas como están. Pertenecer a una buena familia es un patrimonio intangible pero sumamente valioso, y bien utilizado se convierte en un seguro de éxito profesional.

Rajoy adolescente

Así fue como el niño Rajoy se determinó a luchar por su posición en la vida siguiendo los pasos de sus mayores, pero haciendo de la prudencia una divisa personal. No parece encontrarse dentro de este cerebro una brillantez intelectual significativa, pero sí una capacidad memorística notable. Añadiendo a esta cualidad una voluntad gris, pero precisamente constante en tanto que rutinaria, el cerebro de Rajoy albergó todo el Derecho necesario no solo para licenciarse sino también para aprobar unas oposiciones de Registrador de la Propiedad.

Cabe decir que el de Registrador es un buen oficio. No necesita ninguna virtud o brillantez personal, puesto que la clave de este oficio consiste en que se acepta como verdad oficial aquello que sus profesionales avalan. Si alguien dijera: lo que Diego Buendía dice va a misa, la gente pagaría por cada una de mis aseveraciones. Bueno, pues eso es ser un Registrador. El hecho de que por sus actuaciones profesionales haya que pagar unas buenas tasas es también una circunstancia conveniente. El padre de Rajoy debió de tenerlo claro, puesto que todos los hermanos son o Registradores o Notarios.

Pero volvamos al cerebro de Rajoy.

A modo de resumen, en esta mente se combinan la conciencia de pertenecer a una buena familia, la convicción de que la prudencia es una virtud suprema y la fuerza de voluntad, entendida en el sentido menor de apego a la rutina diaria.

Recorro este cerebro y observo un apego especial hacia las cosas cercanas, familiares y domésticas. Los recuerdos familiares, las anécdotas de los amigos de siempre y el gusto por la sencilla vida de provincias, contrastan con la alergia a los desconocidos, ya se trate de personas brillantes o estrafalarias. En su discreción, el cerebro de Rajoy discrimina enseguida a la gente de bien, y su prudencia le permite poner cruces rojas sin apenas revelarse en esos pequeños tics del lenguaje no verbal. Los que le conocen, sin embargo, se compadecen de ese interlocutor que ha sido marcado por el jefe sin haber tenido siquiera conciencia de ello.

Mariano Rajoy en 1993
Mariano Rajoy en 1993

Lamenta Rajoy haber sucumbido en ocasiones a la tentación de haber creído tener algo que decir. En los albores de su carrera política, con ventiocho años, fue elegido presidente de la Diputación de Pontevedra, y mal aconsejado por su vanidad, publicó un par de artículos en la prensa local explicando con sinceridad sus más íntimas convicciones, en particular las referidas a la virtud de pertenecer a una buena familia de cara a tener éxito en la vida.

Enternece un poco leer a un joven Rajoy pretendiéndose plumaje de intelectual en un discurso un tanto bisoño en la forma como falto de rigor en el fondo. Su fascinada incursión en el ámbito de la genética, con referencia a los venticuatro cromosomas del genoma humano, es prolija e inexacta como la descripción de los maravillosos cristales de colores que podría haber hecho un indígena tras el encuentro con los conquistadores españoles. Pero algo positivo tienen ambos artículos: son sinceros y explícitos en su exposición del pensamiento íntimo de Rajoy. Y en eso mismo radica el desagrado que Rajoy siente al evocarlos.

En el cerebro de Rajoy, a un nivel hipotalámico, se instaló una convicción de que expresarse con palabras no produce ningún beneficio. La vanidad que uno nutre con su exposición no compensa la desprotección que se deriva de darse a conocer uno mismo tal cual es a todo el mundo. Quizás por eso Rajoy no volvió a publicar nunca más. Una nebulosa discreción se añadió a su ya bien establecida prudencia.

Sin embargo, pretender una carrera política tiene el inconveniente de obligar a una acusada exposición pública. En el cerebro de Rajoy se guardan ominosas ocasiones en las que su verbo, inevitablemente, le expuso al rigor de la crítica ajena. Cuando Aznar le nombró Portavoz de su Gobierno, Mariano tragó saliva. No podía negarse porque le iba la carrera política en ello, pero se lamentó internamente puesto que el cargo le obligaba de forma explícita a exponerse, tomar partido, explicar las cosas. Ni el más anodino de los tonos en su discurso podría mitigar la evidencia de que habría preguntas y no le quedaría más remedio que contestar y, contestando, revelarse al mundo.

En esa época Rajoy capeó como pudo la necesidad de explicarse en público contrariando su íntima voluntad de silencio. Han quedado para la historia sus hilillos de plastelina del Prestige, que describían desde su mente mariana de socio de casino de provincias el terrible espectáculo de kilómetros de playas gallegas vestidas con un manto de chapapote. Y también sus declaraciones dudando sobre la existencia del cambio climático, que indirectamente hicieron famoso a su primo, el físico nuclear José Javier Brey.

Revelando esa alergia a la palabra que ha terminado materializándose en sus declaraciones en plasma, Rajoy sentenciaba en una entrevista de 2007: “Uno habla mucho y a veces se puede equivocar”. El cerebro de Rajoy, en su fuero íntimo, tenía claro que en lo sucesivo iba a ser aún más reservado, llevándonos a este extremo en el que para saber qué piensa Rajoy hay que recorrer en primera persona los pliegues de ese cerebro.

A pesar de las vicisitudes, Rajoy ha medrado hasta llegar finalmente a la Presidencia del Gobierno. La ventaja de ser presidente es que ha podido hacer realidad su sueño: el de callar. Ahora tiene toda una plantilla de subalternos que, con mejor o menor fortuna, pueden (y deben) hacer ese trabajo por él. Hecha realidad la discreción soñada, abandonados los juveniles sueños de luminaria intelectual, Rajoy ha podido dedicarse a otra de las directrices de un pensamiento trenzado desde bien pronto, a saber, la que dice que ser de buena familia es básico para tener éxito en la vida.

En base a ello, su actividad política se ha basado en favorecer a la gente de confianza. Cuando se le acusa de connivencia con el poder económico, se comete una injusticia, ya que esa abstracción es completamente inasible para Rajoy. Para Rajoy, lo que hay es gente de calidad, personas con nombre y apellidos; gente de buena familia, de un círculo contrastado donde todos se conocen y por tanto confían entre sí. El Estado no es más que un premio, un territorio que han colonizado todas estas buenas gentes y que poco a poco tratan de conquistar con la mentalidad épica de los antiguos colonos. Se cercena una riqueza pública y se convierte en un patrimonio familiar de una familia patricia. Y, en caso de necesidad, otras familias acuden en ayuda de ésta, desde las otras parcelas colonizadas del Estado. Medran y triunfan los que tienen los venticuatro genes buenos, y los demás no pueden sino aspirar a la envidia impotente.

Nada hay de incoherente en el cerebro de nuestro invitado de hoy. No es un ignorante, ni un títere del capital. Es un hombre que cree en la desigualdad, que sabe que está en el lado de los escogidos y que piensa que el país le pertenece a él y a los suyos. Y que cualquier cesión a los del otro lado sería una traición a España y una injusticia para ellos, los que merecen el país y lo nutren de dignidad. Sólo desde esa honesta convicción se podría ser tan eficiente en la destrucción de la justicia social sin sentirse carcomido por la culpabilidad.

Y esto es todo lo que les puedo contar hoy desde el cerebro de Rajoy. Un hombre satisfecho, un hombre de bien, que ha hecho su trabajo de la forma más discreta posible.

Desde el cerebro de Rajoy, Diego Buendía, para las Noticias del Mediodía.

Gracias por tu confianza
Gracias por tu confianza
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El Quijote Literatura

Cervantes y la maldición de la bala

La batalla de Lepanto
La batalla de Lepanto (cuadro de Paolo Veronese)

El discurso sobre las letras y las armas es una larga perorata que Don Quijote pronuncia durante la cena que comparten todos los personajes que hay en ese momento en la venta. Ocupa el final del capítulo XXXVII y buena parte del XXXVIII. En él Don Quijote compara los méritos de la carrera de armas con la de las letras, expresando con vehemencia y aparato retórico su convicción de ser más alta y digna la primera que la segunda.

Para Don Quijote, el servicio de las armas no es solo una cuestión de fuerza, sino también de entendimiento, de voluntad y de valor. El hombre de armas tiene el deber de preservar la paz, requisito primero para que los hombres de letras puedan aplicarse a impartir justicia. Los estudiantes, con ser pobres y pasar hambre, siempre tienen un sitio en el que cobijarse; y, al final de sus desvelos, les espera un cargo desde el cual resarcirse de sus penurias. Al soldado, en cambio, sufriendo un rigor mayor, que implica frío, miedo y noches al raso, rara vez tiene otro premio que una herida o la muerte. Y, en el caso raro de la victoria, su premio se ha de detraer del de su señor y ser repartido con sus compañeros de armas, lo que hace esa compensación rara y escasa.

Cervantes pone en boca de Don Quijote una ardiente defensa del arte de las armas, tan apasionada que en algún momento deja de parecer la voz del personaje para convertirse inequívocamente en la del que fue un día militar. Así, explica con detalle de experto tanto la tarea del contraminado de los túneles de un enemigo que intenta vencer una muralla, con el terror de volar por los aires incluido, como la maniobra de abordaje en una batalla naval, todavía más extraña para Don Quijote. Este último escenario por fuerza habría de ser completamente ajeno al hidalgo de la Mancha, experto solo en los lances imaginarios de los libros de caballería.

Pero ése no es el caso de Miguel de Cervantes, curtido soldado que además acreditó un valiente comportamiento en la batalla de Lepanto, combatiendo a pesar de estar enfermo de calenturas y siendo herido en el pecho y la mano. Esta descripción que hace Don Quijote del abordaje no parece sino un recuerdo muy querido del propio Cervantes, que se entrega a su ensoñación a través de la voz de su personaje:

Y si éste parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventajas el de
embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales
enclavijadas y trabadas, no le queda al soldado más espacio del que concede
dos pies de tabla del espolón; y, con todo esto, viendo que tiene delante
de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan cuantos cañones de
artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una
lanza, y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los
profundos senos de Neptuno; y, con todo esto, con intrépido corazón,
llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta
arcabucería, y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario.

No parece aquí que hable el lunático caballero, sino el nostálgico soldado, al que le empuja el indisimulado orgullo de haber estado presente en la mayor batalla naval de todos los tiempos. La pasión de Cervantes es tanta que descuida incluso la redacción: repite dos veces la construcción “y con todo esto”, como si hubiera escrito esta parte de corrido, con el encendido ánimo del que recuerda los momentos más brillantes de su biografía. La repentina aparición del hombre real que era Cervantes en el trabajado artefacto de la ficción que es El Quijote es para mí una muestra de que este asunto del mayor mérito del ejercicio de las armas era algo más que una convicción: era una cuestión de honor, algo muy personal dentro del alma de Cervantes. Tanto es así, que el final del discurso de Don Quijote deriva hacia un tema que necesariamente tuvo que mortificar al Cervantes soldado: la existencia de la reciente tecnología del arma de fuego, que siega por igual la vida del hombre de mérito que la del cobarde. Aquí Don Quijote maldice esas nuevas armas, que permiten que un miserable arrebate la vida al más gallardo de los caballeros:

Bien hayan aquellos
benditos siglos que carecieron de la espantable furia de aquestos
endemoniados instrumentos de la artillería, a cuyo inventor tengo para mí
que en el infierno se le está dando el premio de su diabólica invención,
con la cual dio causa que un infame y cobarde brazo quite la vida a un
valeroso caballero, y que, sin saber cómo o por dónde, en la mitad del
coraje y brío que enciende y anima a los valientes pechos, llega una
desmandada bala, disparada de quien quizá huyó y se espantó del resplandor
que hizo el fuego al disparar de la maldita máquina, y corta y acaba en un
instante los pensamientos y vida de quien la merecía gozar luengos siglos.

Es fácil imaginar a Cervantes, el soldado, haciendo suyas esas palabras y resintiéndolas en el peso muerto de la mano que le quedó inútil a causa de un arcabuzazo. Aquella maldita bala que le seccionó un nervio y le impidió volver a usar la mano durante el resto de su vida. La impotencia de ver que ni el más valiente pecho es inmune a la desmandada bala, de la que no se sabe ni cómo ni por donde viene, mortifica profundamente al soldado y a su sentido del honor.

Después de esta disgresión del personaje, vuelve el Don Quijote que nos resulta familiar: aunque lamenta haberse hecho caballero andante en esta época en que puede morir por la furia de la pólvora y el plomo, reconoce que su misión, aunque más difícil, tiene un lado bueno:

Pero haga el
cielo lo que fuere servido, que tanto seré más estimado, si salgo con lo
que pretendo, cuanto a mayores peligros me he puesto que se pusieron los
caballeros andantes de los pasados siglos.

Es decir, que su mérito de caballero, si es que tiene el premio de la victoria, le hará mayor que a sus predecesores, que no tuvieron que enfrentarse a esa nueva tecnología de muerte que son las armas de fuego. Aquí tenemos de nuevo al animoso caballero, dispuesto a continuar su misión sin acobardarse por las renovadas dificultades que su época le presenta.

Me encanta Don Quijote.

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Libros y películas Política

El Ministerio del Tiempo: una lectura política

ministerio del tiempoMe gusta la serie de televisión de El Ministerio del Tiempo. Es una serie que combina el género fantástico con el de época, usando los viajes en el tiempo sin enredarse con la paradoja temporal. Además tiene tono humorístico, y está muy bien hecha. El viaje a los momentos estelares de nuestra historia es ameno y entretenido. Y eso es un mérito, en un género donde cuesta poco ponerse mayestático y solemne en perjuicio de la pura diversión.

O sea, que queda claro que creo que El Ministerio del Tiempo es una gran serie, al menos en sus tres primeros episodios, que son los que se han emitido cuando escribo estas líneas. Y es grande, aparte de por las cosas citadas hasta aquí, porque da pie para reflexionar a partir de la materia prima que proporciona.

Uno de esos pensamientos que me da vueltas es la propaganda última que la serie puede contener, interpretada en términos políticos.

No descubro nada nuevo si digo que las manifestaciones deportivas se usan como vehículo de difusión de discursos políticos. Y es así aunque es lugar común decir que la política no debe mezclarse con el deporte. Los éxitos deportivos de un país se usan políticamente como elementos de exaltación nacional. La televisión enfatiza esos éxitos deportivos como una especie de certificado de mérito del país en su conjunto. Gracias a ellos la gente se identifica con su bandera y con su himno, y se sienten parte de algo que merece la pena. Y los países que son punteros en el ámbito deportivo usan su hegemonía como un símbolo de una superioridad de índole más general, que muy a menudo es verdadera.

Las manifestaciones artísticas también incluyen mensajes políticos. El cine americano ha hecho más por la colonización cultural de los pueblos del mundo que sus propios ejércitos. Nos han hecho admirar su democracia y sus instituciones, los valores de su cultura, sin dejar de recordarnos la superioridad de los marines americanos en todo tipo de hazañas bélicas. Y nos han mostrado con crudeza qué les ocurre a aquellos pueblos que eran un obstáculo a la expansión de su modo de vida, como aquellos infortunados indios de tantas películas del Oeste.

Así que, visto que todas esas manifestaciones humanas pueden, y de hecho suelen impregnarse de propaganda, me puse a pensar en qué podía resultar propagandística mi serie favorita de televisión. Mi punto de vista acabó resumido así, en un tuit:

Para mi sorpresa me replicó Paco López Barrio, guionista de la serie:

Pensé un rato sobre esto, porque a priori parece un argumento razonable. Pero si lo piensas bien, esa frase es profundamente pesimista. Un optimista podría pensar lo contrario, que nuestra historia podría haber sido mucho mejor con solo un par de retoques aquí o allá. La única virtud – llamémosle así – de nuestra historia es que ya la conocemos, y en ese sentido sí que podría darle la razón al subsecretario.

Y aquí vengo a la argumentación en términos políticos que prometí en el titular de este texto. Durante los últimos años hemos tenido un gobierno muy de derechas. Pero no es solo el gobierno: una omnipresente propaganda neoliberal ha conseguido calar incluso en personas que, por su circunstancia social, no deberían ser fans del liberalismo.

Estos propagandistas nos han vendido la certeza de que nada puede ser mejor de lo que ha llegado a ser, con sus vicios y sus virtudes. Es eso. Nada podemos hacer. El mercado funciona automáticamente: donde pueda optar entre beneficio y justicia, se decanta por beneficio. La pobreza existe, lamentablemente. Y así con todo.

En la serie, un ministerio entero se preocupa de mantener, fijar y dar esplendor (al modo de la Real Academia de la Lengua) a la historia que ha hecho de nuestra nación lo que es hoy, y eso a pesar de que lo que es hoy España no es en absoluto algo para andar tirando cohetes. Pero es igual; “podría ser mucho peor”, y eso es razón suficiente para luchar contra viento y marea contra cualquier cambio.

Quizás en otros tiempos, con otras ideas y utopías campando por las mentes de la gente, esta serie se podría plantear al revés: qué sería esta España si este o aquel acontecimiento que inclinaron el rumbo de la historia hubieran podido evitarse o desenvolverse de alguna otra manera. Imaginar otras Españas hipotéticas; mejores, si puede ser, ya que nos ponemos a imaginar. Imaginar una España sin la Inquisición, sin Fernando VII, sin la guerra de 1936. Todo un desafío para un grupo brillante de guionistas como los de El Ministerio del Tiempo.

Seguramente esta otra versión de El Ministerio del Tiempo no hubiera obtenido el visto bueno para llegar a buen término. Los que nos gobiernan prefieren que nada cambie, y, mejor aún incluso, que nadie albergue la esperanza de que algún cambio sea posible. Y solo faltaría que una serie de televisión incluyera propaganda de sociedades utópicas e hipotéticas, diferentes de todo esto que tanto trabajo ha costado grabar en la conciencia de la gente.

Pero bueno, nada esto es responsabilidad del brillante equipo que ha creado El Ministerio del Tiempo, al cual no quisiera dejar de felicitar otra vez desde aquí. Ya dije que me encanta la serie, ese rato de ensoñarse en una historia fantástica y tan bien trenzada. Lo que no me gusta es el signo de los tiempos, pero ¿a quién puede importarle eso?

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Python

Reordenar columnas de texto con una sola sentencia Python

Hace días que no hago elucubraciones en Python, así que hoy voy a enseñaros algo que hice ayer por pura necesidad. Se trata de tomar un texto que contiene columnas separadas por tabuladores y transformarlo cambiando de orden unas columnas y suprimiendo otras.

Tengo una hoja Excel donde llevo mis cuentas, y que relleno copiando directamente los asientos desde la página web de mi banco. Las columnas del Excel coinciden con el orden de la web, y por eso basta la copia directa. Pero ayer hacía dos meses que no hacía cuentas (efecto colateral de EQ17KT), y tuve que recurrir al histórico del banco. Y en el histórico, qué mala suerte, las columnas son distintas.

En las dos imágenes siguientes se ve más claro:

datos recientes
Formato de los datos recientes
Formato de los datos históricos
Formato de los datos históricos

Para trabajar con más comodidad, tomé los datos copiados y los guardé en el fichero VISA.CSV. Nada impide insertarlos directamente como texto multilinea en Python, usando la sintaxis de triple comillas:

[code language=”python”]
texto = """
Este es un texto
multilínea
copiado directamente
"""
[/code]

Abrir y leer un fichero en Python es sencillo:

[code language=”python”]
f = open("visa.csv", "r")
texto = f.read()
f.close()
[/code]

Otra forma es usando un bloque with, que hace lo mismo pero evitando tener que cerrar el fichero de forma explícita:

[code language=”python”]
with open("visa.csv", "r") as f:
texto = f.read()
[/code]

El texto contiene líneas de texto y otras en blanco:

[code]
09/08/2014 1234 1234 1234 5678 CAPRABO – 17 RAMBLA MARIN 44,81 EUR

12/08/2014 1234 1234 1234 5678 BSM ZONA BLAVA 1,54 EUR

13/08/2014 1234 1234 1234 5678 CAPRABO – 17 RAMBLA MARIN 34,34 EUR

16/08/2014 1234 1234 1234 5678 CAPRABO – 17 RAMBLA MARIN 31,02 EUR

03/08/2014 1234 1234 1234 5678 PARKEON 7,40 EUR

18/08/2014 1234 1234 1234 5678 CAPRABO – 17 RAMBLA MARIN 28,82 EUR

[/code]

Lo que queremos hacer con estos datos es:

  1. Trocear el texto en líneas.
  2. Eliminar las líneas en blanco.
  3. Trocear los campos de cada línea.
  4. Seleccionar los campos deseados.
  5. Volver a crear la línea.
  6. Volver a crear el texto entero.

Vamos allá paso a paso.

Trocear un texto en líneas

Esto es muy fácil en Python con la función split(). A esta función le pasamos un parámetro que es la cadena que queremos usar como separador, y nos devuelve una lista con todos los trozos encontrados.

[code language=”python”]
lineas = texto.split("n")
print(lineas)
## [‘línea 1’, ‘línea 2’, …]
[/code]

Eliminar líneas en blanco

La forma convencional sería un bucle que creara una nueva lísta que contuviera sólo las líneas con contenido. En Python quedaría así:

[code language=”python”]
lineas_datos = [] ## Inicializar lista vacía
for linea in lineas:
if linea:
lineas_datos.append(linea)
[/code]

Pero Python tiene un mecanismo compacto para generar listas, que convierte el código anterior en una sola línea:

[code language=”python”]
lineas_datos = [linea.strip() for linea in lineas if linea]
[/code]

Esta sintaxis contiene el bucle (for linea in lineas), la expresión condicional (if linea) y la expresión a aplicar a cada elemento antes de incorporarlo a la lista (linea.strip()). La función strip() la añado porque algunas líneas vienen con espacios en blanco al principio y/o al final y así las limpio de paso.

Trocear los campos de cada línea.

Puesto que tenemos una lista con cada una de las líneas, tendríamos que hacer un bucle línea por línea aplicando a cada una la función split(“t”), que nos trocearía usando el tabulador como división.

Podría volver a usar la forma larga del apartado anterior, pero ya puedes imaginar que preferiré la compacta de nuevo:

[code language=”python”]
lineas_campos = [linea.strip(‘t’) for linea in lineas_datos]
[/code]

Fíjate que la expresión linea.strip(‘t’) va a generar una lista de campos, y el generador compacto de listas una lista con un elemento por fila. Así, tendremos una estructura de lista de listas:

[code language=”python”]
## [[campo1.1, campo1.2, …], [campo2.1, campo2.2, …], …]
[/code]

Seleccionar los campos deseados.

Usaremos otro generador compacto para recorrer la lista anterior. El elemento del bucle será en este caso la lista interior, la de los campos. Lo que haremos será crear una lista nueva con los elementos deseados y en el orden correcto:

[code language=”python”]
lista_campos = [[lista[2], lista[0], lista[3][:-5]] for lista in lineas_campos]
[/code]

El tercer elemento lista[3][:-5] no es más que una cadena de texto de la que quito los 5 últimos caracteres. La sintaxis para trocear un texto en Python es texto_cortado = texto[origen:final], donde origen y final son índices numéricos, pero estos parámetros pueden ser negativos o no ponerse y Python es capaz de imaginarse qué quiso uno decir en cada caso.

Llegados aquí ya tenemos una lista de listas, conteniendo éstas últimas los campos deseados y en el orden correcto. Nos queda revertir proceso, convirtiendo las listas en cadenas con separadores (primero con tabuladores y después con retornos de carro).

Volver a crear la línea.

Para esto tenemos la función inversa de split(), join(). La sintaxis es un poco particular:

[code language=”python”]
print("***".join(["hola", "mundo", "cruel"])
## hola***mundo***cruel
[/code]

La cadena a intercalar es a la que se aplica el método, y la lista de cadenas a concatenar aparece como parámetro. Aplicaremos el método a cada sublista de lista_campos, con lo que la lista volverá a tener cadenas (las nuevas líneas).

[code language=”python”]
lista_lineas = ["t".join(campos) for campos in lista_campos]
[/code]

Volver a crear el texto entero.

Esto es fácil de adivinar: volveremos a aplicar join() a la lista de líneas:

[code language=”python”]
texto_nuevo = "n".join(lista_lineas)
[/code]

Verás que como aquí sólo hay una lista que se convierte en texto, no se usa el constructor de listas.

Todo de una tacada

En plan lucimiento, se pueden integrar todos los constructores de listas en una sola secuencia. Aquí está el código, por si alguien quiere comprobar que funciona. Los comentarios ilustran la secuencia que se sigue a la hora de ejecutar el código.

[code language=”python”]
with open("visa.csv", "r") as f: ## 0. Aquí se abre el fichero de texto
print( "n".join( ## 12. Aquí se unen todas las líneas de la lista en el texto completo y se imprime
[‘t’.join(L4) ## 11. Aquí volvemos a unir los campos de L4 con tabuladores (saldrá lista de filas)
for L4 ## 10. L4 es cada una de esas nuevas listas de campos en 9.
in [[L3[2], L3[0], L3[3][:-5]] ## 9. Esto es una nueva lista de campos, con selecc.reordenada de la original L3

## El tercer elemento es la descripción
## La fecha es el primero
## El cuarto es el importe, quitando los últimos 5 caracteres (" EUR")

for L3 ## 8. L3 es cada lista de campos obtenida de la línea L2
in [L2.split("t") ## 7. Trocear cada línea L2 por tabs
for L2 ## 6. L2 es cada línea destripada de blancos (excluidas las vacías)
in [L.strip() ## 5. Quitar blancos por delante (y detrás)
for L ## 3. Para cada línea
in f.read(). ## 1. Leer el texto desde el fichero
split("n") ## 2. Trocear la cadena en líneas
if len(L) > 0] ## 4. Quitar lineas vacías
]
]
]
))
[/code]

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El Quijote Literatura

El curioso impertinente: una novela dentro de El Quijote

La novelita de El curioso impertinente aparece en el capítulo XXXIII del primer volumen de El Quijote y se extiende a lo largo de tres capítulos. Se trata de un libro que tiene el ventero de la venta donde se alojan Don Quijote y toda su compañía en el viaje de regreso de Sierra Morena, y que lee el cura a sus compañeros antes de irse a dormir, por tal de tener algo de solaz y sosiego después de un largo día de aventuras. Según leo en las notas de mi edición, es el único relato de El Quijote que no tiene algún tipo de vínculo argumental con el relato principal, sino que es completamente independiente.

FlorenciaLa historia transcurre en Florencia y trata de dos buenos amigos, Anselmo y Lotario, el primero de los cuales se casa con Camila, una buena muchacha de la ciudad. Lotario trata de distanciarse un poco del nuevo matrimonio, pero Anselmo no quiere renunciar a su amistad y lo hace huésped de su casa, procurando tenerle cerca todo el tiempo posible, a pesar de la resistencia de aquél.

La enfermiza obsesión de Anselmo

Anselmo entretanto desarrolla una terrible angustia: no está seguro de la virtud de Camila (“¿qué hay que agradecer que una mujer sea buena, si nadie le dice que sea mala?”), y desea tener alguna prueba fehaciente de la misma. Y para ello, recurre a Lotario, pidiéndole que requiebre a Camila para poner a prueba su virtud, y liberarse así de su propia zozobra.

Lotario argumenta desde el sentido común contra la ocurrencia de Anselmo, haciéndole ver que de su propuesta no puede obtenerse beneficio alguno, y que es tentar a la suerte con grandes opciones de perder en el envite (“Es de vidrio la mujer;/ pero no se ha de probar/ si se puede o no quebrar,/ porque todo podría ser”). Además, Lotario le hace ver el temor de que su propia honra quedará en entredicho, al verle Camila actuar de un modo tan fuera de norma.

Anselmo no se rinde, y apelando a su profunda amistad, le pide que lo haga él, antes que tenga que pedírselo a otra persona. Y le dice que no es necesario llevar la seducción a su extremo, que basta solicitarla “tierna y fingidamente”, en la confianza de que Camila “no ha de ser tan tierna que a los primeros encuentros dé con su honestidad por tierra”. Ante la determinación de su amigo, Lotario acepta, aunque decidido a encontrar la manera de satisfacer a su amigo sin perturbar a Camila.

Lotario finge acceder y acaba enamorado

Los siguientes día Anselmo se ausenta a propósito de casa para favorecer las maniobras de Lotario. Cuando vuelve a casa, Lotario le miente: le dice que le ha hablado a Camila sobre su belleza y ella no se ha inmutado ante sus requiebros. Y así, durante varios días, Anselmo se contenta, pero un día vuelven sus dudas y le pide a Lotario que pase a la acción. Le da dinero para comprarle alhajas, y le asegura que si aún resiste a la tentación, se dará por satisfecho.

En una de sus ausencias, Anselmo se esconde en una cámara contigua y descubre que Lotario le miente acerca de sus acercamientos a Camila. Lotario se siente deshonrado al verse cogido en mentira, y le promete molesto que a partir de ese momento actuará según el gusto de Anselmo, procurando seducir a su mujer. Anselmo, para facilitar las cosas, se inventa una ausencia de ocho días, ordenando, para aflicción de la honesta Camila, que Lotario se haga cargo de la casa durante ese tiempo.

Aquí los acontecimientos se precipitan. Lotario ve todos los días a Camila, honesta, hermosa, procurando su virtud, y no puede evitar sentir un amoroso acomodo en su corazón. “El provecho [de] las muchas virtudes de Camila… redundó más en daño de los dos”. La lealtad de Lotario se derrumba ante la hermosura y bondad de Camila y la ocasión que le proporciona el ignorante marido, y así al tercer día, Lotario se expone ante Camila con todas las razones de su recién descubierto amor, poniendo a la pobre mujer en estado de sorpresa tal que escribe inmediatamente una nota a su marido, quejándose de su ausencia y mencionando, aunque de forma elíptica, el comportamiento insólito de Lotario.

Lotario insiste, Camila se rinde

Anselmo, encantado de ver su proyecto en marcha, le ordena que se quede en casa, para consternación de Camila. Ésta empieza a lamentar haberle escrito, pensando que igual Lotario “había visto en ella alguna desenvoltura que le hubiese movido a no guardalle el decoro que debía”. Entretanto Lotario, desbocado ya de amor, sigue con su cerco, haciendo titubear la firmeza de Camila, y dando al fin al traste con ella: “dio al través con el recato de Camila y vino a triunfar de lo que menos se pensaba y más deseaba”. Lotario no le dice a Camila que todo es a petición de Anselmo, temeroso de perder un amor que ya no era requiebro vano.

Cuando Anselmo regresa, Lotario le miente de nuevo, elogiando la virtud de Camila, y rogándole que abandone definitivamente sus dudas y planes. Pero Anselmo aliviado y travieso, quiere seguir con el enredo un poco más, solo por diversión, y le propone que escriba unos sonetos en alabanza de una supuesta dama de Lotario, con la idea de hacer creer a Camila que éste está enamorado en realidad de otra persona. Entretanto, Camila se disculpa ante Anselmo por haber malinterpretado la conducta de Lotario, a lo que este replica que Lotario tiene otra amada, a la que escribe versos.

Lo que Anselmo no sabe es que Camila ya ha sido advertido por Lotario, que a la sazón es su amante, de que los amores que Anselmo ha mencionado son fingidos, y que en realidad los sonetos son para ella. De esa forma, Lotario evita que Camila se desespere de celos al escucharlos durante una sobremesa. Así se da la curiosa circunstancia de que Lotario enamora a Camila, Camila se enamora de Lotario, y Anselmo sigue el cuento a ambos en la creencia de que ninguno de los dos hace lo que realmente está haciendo.

“Con esto, todos los escalones que Camila bajaba hacia el centro de su menosprecio, los subía, en la opinión de su marido, hacia la cumbre de la virtud y la buena fama”.

En esto aparece Leonela, la doncella de Camila, que también tiene un amante, y alivia los remordimientos de Camila diciéndole que no es culpa suya, que el amor actúa donde encuentra ocasión y no hay fuerza que se le resista. Además, Lotario es un buen enamorado, con virtudes que copan todo el abecedario (“Agradecido, Bueno, Caballero,…”).

La perspicaz Camila aprecia el apoyo de Leonela, pero teme que la confidencia acabe debilitando su autoridad (“los descuidos de las señoras quitan la vergüenza a las criadas”), como así acaba sucediendo. Leonela toma la confianza de meter a su mozo en la casa, y Camila no puede hacer otra cosa que transigir y rogarle que lo ocultara para que no fuera descubierto por su marido.

Lotario confiesa ante Anselmo por celos

En una de esas ocasiones, Lotario descubre al galán, y le falta tiempo para creer que Camila le es infiel (“creyó que Camila, de la misma forma que había sido fácil y ligera con él, lo era con otro”). Ciego de celosa rabia, resuelve confesar a Anselmo la verdadera historia de la seducción de Camila (“la fortaleza de Camila está ya rendida y sujeta a todo aquello que yo quisiere hacer de ella”). Le dice además que si no le ha dicho nada antes era por ver si ella se manifestaba con Anselmo para defender su virtud, pero que a la vista de su silencio ha decidido sincerarse con él. Para confirmárselo, le pide que finja otra ausencia y se esconda en una estancia contigua para comprobar por sí mismo la veracidad de sus palabras.

Tras hablar con Anselmo, Lotario se arrepiente. Podía haber vengado sus celos directamente con Camila, sin hacer pasar a Anselmo por el oprobio de su confesión. Decide contárselo todo a Camila, por ver de encontrar una forma de enderezar el entuerto. Camila, por su parte, le explica afligida su incómoda situación con Leonela y su amante. Entonces Lotario le explica lo que ha dicho a Anselmo, con lo que la pobre Camila queda espantada, pero capaz aún de inventar una estrategia con la que salvaguardar su honra.

Camila organiza una escenografía para Anselmo

Y la estrategia es montar un teatrillo con la ayuda de Leonela. Mientras Anselmo espía oculto, Camila manifiesta su arrepentimiento a Leonela, y le dice que pretende darse muerte (y matar al mismísimo Lotario) con una daga antes que ceder definitivamente a sus acometidas amorosas. Leonela sale entonces a buscar a Lotario y Camila expresa en un monólogo sus intenciones, a sabiendas de que Anselmo las escuchará. Y Anselmo, maravillado, medita si salir de su escondite antes de que llegue Lotario, no vaya a ser que las intenciones criminales de Camila lleguen a mal fin.

En esas cavilaciones está Anselmo cuando vuelve Leonela con Lotario. Camila interpreta para el oculto Anselmo una escena de reproche a las pretensiones amorosas de Lotario, mostrándose dispuesta a quitarse la vida antes que consentirlas. A esto añade su deseo de matar a Lotario en la misma acción. Hay un forcejeo y al final Camila se hiere exprofeso con la daga, mientras Lotario, admirado de su temple, hace que huye aturdido. Anselmo va al encuentro de Lotario, con el que se muestra exultante por la demostración virtuosa de su mujer, mientras aquél, sabedor del completo engaño de su amigo, es incapaz de alegrarse con él.

Desenlace trágico de la historia

La narración hace una pausa al principio del capítulo XXXV, puesto que Don Quijote ha despertado y ha acuchillado todas las botas de vino que hay en su estancia, creyendo estar en presencia del gigante del reino de Micomicón. Tras la desesperación de la ventera, y la intervención del cura, prometiendo la restitución del daño, se vuelve a lectura de la novela, que llega así a su conclusión.

La vida de Anselmo transcurre feliz, mientras Camila pone pública mala cara a Lotario para evitar toda sospecha de Anselmo acerca de su furtiva relación. Hasta que una noche Anselmo sorprende al amante de Leonela saltando de la casa, y ante la furia de Anselmo y su amenaza de matarla, promete ella decirle cosas más importantes al día siguiente. Vuelve Anselmo a su aposento y le cuenta la historia a Camila, que cae en el pánico ante la perspectiva de ser puesta en evidencia por Leonela. En cuanto Anselmo duerme, ella hace acopio de joyas y dinero y huye en busca de Lotario.

Lotario, sorprendido por el curso de los acontecimientos, no cavila más que llevar a Camila al monasterio que rije una hermana suya, y a su vez decide marchar de la ciudad. A la mañana, Leonela ha huido de su encierro, y Anselmo comprueba que ni Camila ni Lotario aparecen por lugar alguno. Abatido, decide irse al pueblo de un amigo, aquél donde se guardó para dar tiempo a Lotario de completar la seducción de Camila. En una parada del camino, un viajero que viene de Florencia le da noticias de lo ocurrido: Leonela ha confesado al gobernador que Lotario y Camila han huido juntos. Las noticias acaban de abatir a Anselmo, que llega al pueblo ya herido de muerte en su aflicción, muriendo esa misma noche de pena en la casa de su amigo.

Camila, en el convento, acaba sabiendo que Lotario ha muerto en una batalla, lo que termina por acelerar el fin de sus días, triste y melancólica.

Y así termina la novela, con todos sus protagonistas muertos.

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Personal

Gracias, profe

…menos B más menos la raíz cuadrada de B al cuadrado menos cuatro A C dividido por dos A…

José Esteve fue mi profesor de matemáticas en 4º Bachillerato, allá por 1972. También era, creo recordar, el director del colegio. Era un hombre mayor, de pelo blanco, calvo hasta la coronilla, un buenazo. Vestía una americana de tweed con coderas, pantalón de tergal y zapatones. Era muy pacífico y, aprovechando esa condición, los niños en clase se divertían tirándole papelitos o tizas. Recuerdo que me mortificaba aquella falta de respeto, aunque él nunca se enfadaba. En realidad no parecía molesto, sino solo desconcertado. Su reacción era de extrañeza, como si no entendiera por qué a sus alumnos se les escapaba toda aquella belleza.

parabolaEl señor Esteve se pasó un trimestre explicándonos la ecuación de segundo grado. Le gustaban mucho las parábolas, con su cruce por los ejes, su fórmula de las raíces:

Menos B más menos la raíz cuadrada de B al cuadrado menos cuatro A C dividido por dos A“.

Terminaba su explicación y se volvía hacia nosotros con una expresión iluminada y feliz que parecía preguntar “¿A que es maravilloso?” A la mayoría de alumnos aquellos garabatos en la pizarra no les causaba emoción alguna, de modo que la felicidad de su rostro se desdibujaba un poco, dejando entrever un rastro de desaliento. Pero enseguida se recuperaba y tímidamente empezaba otra lección.

No llegamos a terminar el temario del matemáticas ese año. La demora del primer trimestre, dedicado al Álgebra, impidió que llegáramos a los últimos capítulos, los dedicados a Probabilidad y Estadística. Igual es por eso que siempre he sentido tanta pasión por el Álgebra como aborrecimiento por la Estadística. El señor Esteve no se programaba la materia sino que la navegaba, como aquellos marinos que descubrían tierras ignotas en el siglo XV.

Quizás esa incapacidad para la planificación del curso podría servir de argumento para catalogar al señor Esteve de mal profesor, pero os aseguro que no lo fue en absoluto, al menos para mí. Gracias a él me enamoré por primera vez de las matemáticas, pude ver claramente el sentido de las fórmulas y su relación con las gráficas, comprender que podía saberlo todo de una función sin nada más que echarle un vistazo a sus coeficientes. La ilusión que se reflejaba en los ojos del señor Esteve al abandonar la pizarra me hizo envidiar su fascinación por la matemática. No creo que él se diera cuenta. Pero eso no importa. Lo único que hace a un profesor excepcional es su capacidad, consciente o no, de transmitir la pasión por la materia que explica. Y yo he disfrutado toda la vida de esa pasión que me transmitió mi profesor.

Creo que nunca pude, ni podré ya, darle las gracias al señor Esteve. Pero aún así, gracias, profe.

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Literatura Personal

Qué hacía yo el 23 de febrero de 1981

Hubo un tiempo en que se afirmaba rotundamente que cualquier español medio recordaría para siempre qué estaba haciendo el 23 de febrero de 1981, aquella tarde en la que el coronel Tejero entró en el Congreso de los Diputados para dar un golpe de Estado.

Y bien pudo ser cierto, pero los años desdoran toda afirmación referida al paso del tiempo, y ahora resulta que muchos de aquéllos que jamás olvidarían ya han muerto, otros muchos guardan sus recuerdos bajo un inviolable Alzheimer y, lo que es más inquietante, son aún más los que han venido al mundo mucho después de aquella efeméride.

El tiempo erosiona las nítidas líneas que definen el presente, y lo transforma en un desvaído pasado grabado en blanco y negro. Pero algunos estuvimos allí, en aquel presente de colores. Y bueno, no quería yo filosofar sobre el tiempo, sino explicar aquella tarde, o lo que queda de ella en mis recuerdos, llevado por el estéril deseo de perpetuar los colores que el tiempo aún respeta en mi memoria.

El cabo Buendía, en 985
EL cabo Buendía, en 1981

Llegué a Melilla con el año, y nada más llegar tuve la suerte de ser asignado a la Compañía de Servicios del Regimiento de Ingenieros. Esa compañía agrupa personal logístico y administrativo, y está en las antípodas de las compañías de zapadores, que pasaban los días de maniobras o asfaltando carreteras o en la cantera. Mi puesto era el de cabo buque, que era la persona que se ocupaba de la logística de los permisos para ir a la península.

Yo recibía la relación de reclutas viajeros, hacía los pasaportes (así aprendí a escribir a máquina), recolectaba el dinero para los billetes, hacía la compra y escoltaba a la tropa hasta el puerto el día de la partida.

Para evitar el roce cuartelero hice uso al máximo de mis prerrogativas de cabo buque. Tenía permiso para estar fuera del cuartel desde el toque de diana hasta una hora después de la salida del barco, que ocurría a medianoche. Así que, durante tres meses que estuve en el cargo, prácticamente no pisé el cuartel.

La tarde del 23F estaba en la biblioteca municipal de Melilla, en la plaza España. A las seis de la tarde apareció el soldado Pedro Martínez. Era mi mejor amigo en el cuartel, y había quedado con él para ir a dar una vuelta aprovechando su pase de tarde. Pedro venía con cara de preocupación. No se sentó, permaneció en pie a mi lado y sólo se inclinó un poco para decirme que teníamos orden de volver enseguida al cuartel.

Me dijo, en un tono grave, que parecía por las noticias que habían asesinado a Calvo Sotelo durante la sesión de investidura y estaba todo el mundo muy nervioso.

Mi primera impresión fue un vacío en el estómago, un amago de pánico seguido casi instantáneamente por una rápida evaluación de la situación. Recuerdo esa sensación tan extraña, como si de repente mi cerebro fuera independiente y se hubiera puesto en un modo de respuesta rápida, insólito en él, que vivía normalmente adormecido en una somnolencia existencial completamente primaria.

No tardé nada en contestar a Pedro lo que acababa de pensar, palabra por palabra: “¿En serio? Entonces nos vamos a pasar tres años más haciendo la mili. Si vamos ahora al cuartel, no sé cuando volveremos a salir, así que ve tú si quieres, pero si te preguntan di que no me has visto. Yo iré cuando cierre la biblioteca”.

Pedro se fue tras asentir, y yo me embullé aún más si cabe en la lectura del National Geographic. Creo que no volví a pensar en el asunto, tan deseoso como estaba de escapar a la realidad que acababa de conocer.

A la noche regresé al cuartel como si no supiese nada. Se notaba un poco de electricidad en el ambiente. En nuestro barracón dormían juntas la Compañía de Servicios y la Primera de Zapadores, y cada una tenía su propio teniente. El teniente Alcántara, de los Zapadores, era un hombre bruto, grande, y no ocultaba su simpatía por los golpistas. Mi mando, el teniente Jiménez, tenía la fina estampa de un señorito andaluz, cultivado y elegante, y era (mucho más discretamente) partidario del poder constitucional.

Durante la noche yo tuve mi pequeño transistor Grundig debajo de la almohada, pegado a la oreja. Sobre la una o así parecía que la cosa no iba a salir bien para los golpistas. Apagué la radio y me puse a dormir.

Por la mañana, el teniente Alcántara miraba la televisión de la compañía con claras muestras de desaprobación. No recuerdo más, el resto del tiempo volvió a ser rutina. Es distinto el tiempo de los sucesos históricos del normal de cada día.

Pocos días después, en las oficinas del cuartel el oficinista mayor, Marcel Massa, que era amigo mío, me dejó leer el informe confidencial del coronel sobre la posición de los distintos cuerpos de Melilla durante el incidente. Quedaba claro que la Legión, Artillería y dos de los tres cuerpos de Regulares se habían posicionado a favor del golpe, y nosotros los Ingenieros, los de Sanidad y el 5º de Regulares, creo, a favor del gobierno.

En resumen, que los cuerpos de combate, quitando uno, eran fervientes partidarios de los golpistas. Y los cuerpos menos militares, vamos a decirlo así, del gobierno. Si hubiéramos tenido que combatir, les habríamos durado menos de dos minutos, bromeaba yo para mí.

Y eso es todo lo que me queda en la memoria respecto de aquel día. En aquellos tiempos acababa de leer El Extranjero, de Albert Camus, y me identificaba con la sensación que tenía el protagonista de que la vida era una cosa anodina. El 23F de pronto la transformó en una aventura, más allá de sentir también una innegable inquietud acerca del porvenir.

La sensación de que en tiempos de crisis se aguzan los sentidos y el cerebro se pone a trabajar con extraña diligencia, era insólita y estimulante. Quizás eso es lo que ha dejado una huella indeleble en mi memoria, más allá del valor histórico de aquellos momentos.

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Twitter

Para retirar permiso a una aplicación en Twitter

Un post aprisa y corriendo para una explicación gráfica:

Menú Perfil y configuración

retirar1 Menú Configuraciónretirar2 Menú Aplicacionesretirar3 Revocar accesoretirar4

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Twitter

¿De dónde son mis seguidores? (de verdad)

Una web fake

¿Habéis visto algún tuit como éste?

//platform.twitter.com/widgets.js

Se trata de una web en la que te registras con tu usuario de Twitter para obtener un servicio, cediéndoles de paso el derecho a publicar tuits en tu nombre. Esto lo hacen otras muchas webs (por ejemplo, unfollowers.com, que te informa sobre quién te dejó de seguir), pero esta en particular me extrañó por varias razones:

  • La nula información de la página principal (ver captura de pantalla 1)
  • No dan al usuario opción de decidir si desea que publiquen en su nombre.
  • La dificultad técnica de determinar de forma fidedigna la localización de los seguidores.

origenfollowers1Ya debería resultar sospechosa una web que no da ninguna información en su página principal, y que te remite directamente a la página de autorización de Twitter sin darte explicación alguna de sus condiciones de uso.

Pero lo peor es que la web no da el servicio que sugiere, sino que se dedica a generar resultados aleatorios y completamente falsos.

origenfollowers2Su verdadera utilidad es funcionar como una web para recolectar cuentas de Twitter, que usan luego para escribir en tu nombre citando a tus contactos, esperando que éstos se suscriban también y así sus cuentas sirvan para que puedan publicar en su nombre también.

Que los resultados son falsos lo puedo certificar (luego os lo enseño), pero es que ni siquiera se toman la molestia de escribir siempre los mismos, para un usuario dado. Eso me parece el colmo de la desidia: si decides hacer un fake, al menos hazlo bien. Mira una captura del usuario que he estudiado:

origenfollowers4

Así que un día tus seguidores de España son el 74%, al día siguiente el 84%, y luego de nuevo 74%. Un poco raro, ¿no?

¿Por qué es difícil saber de dónde son tus usuarios?

Esta es la información sobre un usuario que se puede obtener mediante el API de Twitter:

origenfollowers5El único dato referido a la ubicación del usuario es location (el otro marcado es indirecto, la time_zone), y la mala suerte es que es un dato cuyo contenido es libre, como se ve en esta muestra:

Venezuela
Argentina *-* - Mexico c:
Ecuador
aguentina buenos aires 
argentina
VENEZUELA
PLUTO
Bogota u otra ciudad
Caracas-Venezuela
Guacara - Venezuela
Venezuela - Caracas
GRANDES ÉXITOS Y FRACASOS
Venezuela - Maracaibo
Chubut - Argentina
Ecuador ♥
http://www.gentzbiotech.com/
Miami,  FL 
#LOCATED: FORT MYERS FLORIDA
Biblia
Arg. Bs As
Girardot
Uno De PorAy :v
carrizal-venezuela

Como veréis, hay ubicaciones de todos los tipos. Esta es la gran dificultad para determinar de dónde es cada usuario: los usuarios son libres de poner su ubicación real o cualquier otra cosa.

De hecho, para los estudios que he hecho he buscado usuarios con un número razonable de seguidores, porque es preciso prácticamente analizarlos uno a uno. Así, por ejemplo, en el caso de @gerarditalove, los resultados (sobre 332 seguidores) arrojaron lo siguiente:

origenfollowers6Los resultados muestran el país, el número absoluto de seguidores y el porcentaje respecto del total. Hay dos valores especiales, (vacio) para aquellos seguidores que no especifican su location, y (None), para los que indican un valor que no es geográfico o que no he sabido localizar.

Es remarcable que casi uno de cada tres followers no tiene location. Y que los que ponen algo que no tiene relación aparente con la geografía son un porcentaje alto también (14%). Sólo los seguidores de Argentina (17%) están pon encima.

Respecto de la web fake, es evidente que ni siquiera utiliza un algoritmo para obtener sus resultados. Basta ver la diferencia entre lo que reportan ellos (España 81%, Argentina 8%, Perú 2%) y lo que obtengo yo (desconocido 42%, Argentina 17%, México 11%, España 9%). De hecho, buscando en Twitter origenfollowers.tk, obtuve una imagen reveladora: todos los usuarios tienen los mismos porcentajes.

origenfollowers7

 Eliminar el permiso de una aplicación en Twitter

He hecho una pequeña guía para los que tengan alguna aplicación intrusiva escribiendo en su nombre en Twitter. La podéis consultar aquí

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Política

“Gobernar es fácil”, una idea de programa para La Sexta

(Escribí esto el 26 de mayo de 2014, después de las elecciones europeas. Pretendía reflexionar sobre la influencia que la televisión había tenido en el éxito electoral de Podemos y Pablo Iglesias. Por alguna razón no llegué a publicarlo. Pero hoy, 13 de noviembre de 2014, me entero de que Esperanza Aguirre está haciendo un casting televisado para las alcaldías vacantes por los numerosos casos de corrupción. La realidad me adelanta por la derecha, así que publico el post olvidado aprovechando la circunstancia)

PODEMOS

Acabaron las elecciones europeas de 2014 y el gran triunfador ha sido un partido que no existía hace un año: Podemos.

Tiene mérito. Podemos no ha tenido publicidad por parte de los medios de masas, si exceptuamos las apariciones de su líder Pablo Iglesias en las tertulias de La Sexta. El éxito del partido se ha debido sobre todo al nuevo boca-oreja que son las redes sociales.

Podemos hizo una campaña modestísima, financiada a través de crowdfunding. No sé si he leído que les costó 200.000 euros. Pudieron presumir de que no deberían favores a los bancos, porque no les habían pedido créditos para la campaña.

Pero nada de esto ha sido suficiente para evitar que más de un millón de personas les confiara su voto. Podemos ha surgido en un momento en que la gente necesitaba una propuesta así, y ese es un mérito de sus líderes e ideólogos.

LA SEXTA

Podemos tiene unas cuentas transparentes y públicas, y no deben dinero a los bancos, como hemos dicho. Pero Podemos sí le debe un favor a alguien: a La Sexta.

Resulta en extremo improbable que Pablo Iglesias hubiera tenido esta proyección mediática de no haber aparecido con frecuencia en los debates y tertulias de la cadena, defendiendo desde esas tribunas sus posiciones de izquierda frente a contertulios de signo opuesto.

Yo me fijé en él gracias a esos programas. Luego le vi en su programa de Internet, LaTuerka y le seguí en Twitter. Pero el primer contacto, y el más importante, fue en televisión.

Es curioso que un producto televisivo haya terminado siendo un exitoso proyecto político. Estamos acostumbrados a que la televisión cree personajes de fama efímera, que durante un tiempo alimentan las audiencias y luego desaparecen y son sustituidos por otros. Pero Podemos se ha convertido en un ente con vida propia y por ahora parece que les va muy bien.

GOBERNAR ES FÁCIL

Si yo fuera directivo de La Sexta estaría cavilando ahora mismo.

Crear formatos televisivos es un trabajo arduo, y muchas veces infructuoso. Cuesta saber qué va a ser del gusto del público. Y mira como, de pronto, más de un millón de personas muestran su predilección por alguien que apareció en una tertulia política ¿No es bastante explícita esta encuesta?

Lo que significa es que existe un interés significativo por los debates políticos en televisión.

¿Por qué no aprovechar este interés? Podríamos usar la experiencia de Podemos para imaginar un concurso en el que la audiencia elija líderes políticos.

Se presentarían dos equipos con puntos de vista enfrentados respecto a algún tema de interés general.

Habría un ponente, que daría la cara y defendería sus argumentos frente al público. Cada ponente tendría un equipo de documentación que le ayudaría a buscar información en la que apoyar su discurso.

Durante una semana, ambos contendientes discutirían sobre el tema.

Es frecuente, en los debates, arrojar cifras que es imposible contrastar. Cuando esto ocurriera, el equipo rival tendría derecho a solicitar una comprobación de esos datos, y a oponer los suyos si los hubiera. En última instancia, un jurado de sabios decidiría la validez de los mismos.

Los argumentos falaces serían penalizados.

El público votaría cada día a los ponentes. Para el día siguiente, el ponente perdedor eligiría un nuevo tema para presentar y discutir al día siguiente.

El fin de semana, en la gran gala, se declararía un vencedor. Y se incorporaría un nuevo equipo rival para la semana siguiente.

El premio final del concurso sería una dotación económica y publicitaria para hacer una campaña electoral. En las siguientes elecciones, se formaría un partido en torno al equipo ganador y se le facilitaría el apoyo logístico necesario para competir en igualdad de condiciones con los otros partidos.

NUESTRO HOMBRE EN EL CONGRESO

Si el pueblo les otorgara su confianza, al final tendríamos algunos nuevos parlamentarios a los que la gente conocería bien. Conoceríamos su capacidad para argumentar, sus ideas políticas, e incluso su forma de ser particular. Se podría incluir en las condiciones del concurso que los ganadores tuvieran una presencia semanal en televisión para ser preguntados acerca de su experiencia parlamentaria durante la semana. La gente podría hacer preguntas desde su casa vía Twitter o SMS.

A los cuatro años, ya liberados de su origen televisivo, les volveríamos a votar – o no. Habría otros candidatos televisivos listos para hacer campaña y demostrar su valía. El Congreso dejaría de ser ese lugar aburrido donde la gente sestea mientras acumulan privilegios para la jubilación y se somete borreguil a la disciplina de voto.

El programa se podría llamar “Gobernar es fácil”. Porque gobernar no es difícil, si se gobierna para el pueblo, con transparencia, usando palabras claras y sin intereses ocultos.

Ah! Y La Sexta se convertiría en un verdadero servicio público.